“Renuévate cada día. Transfórmate, día con día, en un ser purificado y superior”: Confucio.

En China, Estado de Lu, año 550 antes de ADJ, nació Confucio o el Maestro Kung-fu-tsé,  guía espiritual del pueblo chino, legislador moral de talla firme. Hoy Santo Nacional  venerado, en templos propios, en todo el “Continente Amarillo”.

Su aparición pública  fue, en el momento justo, cuando la vieja China se colapsaba y sus  moradores estaban hambrientos de un guía, un profeta, un instructor religioso, que llegara a reformar las costumbres, tanto públicas como privadas de ese país.

Como la mayoría de los grandes sabios, Confucio nada dejo escrito en forma  directa y personal. Por lo tanto, los pensamientos confucianos que  transcribiremos a continuación, constituyen  parte de sus sermones y diálogos recopilados por sus discípulos después de su muerte. Mismos, que  casi en su  totalidad, se editaron en “Los Cuatro Libros de Confucio”. 

Del gobierno y gobernantes, decía Confucio:

-“Que si un hombre honesto y moral, tuviese a su cargo el gobierno de la nación, se rodearía de hombres igualmente dignos y, por tanto, concibió la idea de educar a los príncipes, que un día llegarían a ser emperadores, para que éstos, a su vez, influyesen en sus corrientes educativa, que iría de los soberanos hacia los súbditos y de este modo, se reformaría la nación.

“Los Mandatarios  que desearen alcanzar el Principio de lo luminoso de la Razón Superior, que recibimos del Cielo, tienen que esforzarse en gobernar bien sus países. Pero antes tendrán que poner orden en sus familias y para ello necesitan ordenarse, purificarse  y corregirse a sí mismos, para obtener rectitud  y diafanidad en su alma.

Los que desearen rectitud y diafanidad en su alma, deben esforzarse en hacer sus intenciones puras, nobles, no egoísmo y sinceras. Para ello hay que perfeccionar el conocimiento insobornable y real de uno mismo, esforzándose en profundizar y penetrar en los orígenes y móviles  ocultos de las acciones.

Una vez que las intenciones  se hacen más nobles, puras, no egoístas y sinceras, el alma se enriquece con mayor diafanidad y rectitud  y se alcanza una superior conducta moral. 

Una vez que se alcanza una superior conducta moral, la familia se organiza y dirige  superiormente,  el país estará mejor y más fácilmente será gobernado.

Una vez que el país está mejor y más fácilmente gobernado, el mundo gozará de paz y se desenvolverá según la Armonía”.

Otra de sus máximas, de gran significado por su contenido moral y educativo, es la siguiente: “El hombre que ante la ganancia, piensa en la justicia; ante el peligro ofrece la vida, y en la vejez no se desdice de las promesas que hizo en la juventud, este hombre puede considerarse perfecto”.