Cuando Albert Einstein ofrecía alguna conferencia en las universidades, los estudiantes siempre le preguntaban: -¿Cree usted en Dios?
Y él respondía:
-Creo en el Dios de Spinoza.
Intrigado el rabino Herbert S. Goldstein por su reiterada respuesta, envió un telegrama a Albert Einstein preguntándole si creía o no en la existencia de Dios y Einstein inventor de la teoría de la Relatividad y de casi toda la tecnología con la que vivimos hoy le contestó:
“Creo en el Dios de Spinoza”
Años después se le entrevistó a Einstein sobre el mismo tema y el genio más explícito contesto: “Es la pregunta más difícil del mundo. No la puedo responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si pueda definirme como un panteísta y la pregunta es demasiado vasta para nuestras mentes limitadas. Creo en el Dios de Espinoza pero contestaré con una parábola:
“La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas.
El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, sólo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios”
Y entonces díganos, ¿Cómo es el Dios de Spinoza?
Baruch de Spinoza filósofo holandés fue considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés Descartes. El creía ciegamente en DIOS de QUIEN, decía así, le hablaba:
“Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar. ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme. No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro…ahí estoy, latiendo en ti”
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