Estudios demoscópicos recientes ubican a MORENA con el 45 y el 48 por ciento de las preferencias para ganar la elección presidencial de 2024, y presentan un carácter boyante o creciente, lo cual indica, con claridad, una tendencia preponderante en el escenario político-electoral.
Sin embargo, se muestra una marcada tendencia a posicionar el discurso de polarización, división y de un escenario de fuerzas políticas más o menos equilibradas, lo que también sugiere que serán unos comicios altamente estresantes, estridentes y de estrechos resultados.
Al margen de la eficacia de los discursos políticos entre las personas votantes, se pueden esperar unos comicios altamente participativos. Actualmente, MORENA y sus aliados gobiernan 22 de las 32 entidades federativas del país, lo que refleja los altos índices de legitimidad, desde la dimensión electoral, adyacentes al proceso democrático que llevaron al partido a la Presidencia de la República en 2018.
Con la ratificación de la confianza ciudadana en 2021, MORENA obtuvo la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, en las legislaturas locales y los gobiernos estatales. Además, se perfila como amplio favorito para alzarse con la victoria en junio próximo en la plaza electoral más importante: el Estado de México, así como en Coahuila, otro de los bastiones del otrora partido hegemónico.
Ni las encuestas ni el mapa político nacional perfilan un escenario polarizado donde se vean dos polos opuestos separados por una distancia muy estrecha, como tampoco se prevé un desenlace imprevisto. Al contrario, se aprecia un polo dominante que concentra la mitad de las preferencias, y tres o cuatro fuerzas compitiendo entre sí por la otra mitad, lo cual no es polarización, sino disuasión o pulverización.
En la historia reciente del país ningún instituto político ha logrado tal consolidación. Ello obedece tanto a la calidad moral del Presidente, a su popularidad y legitimidad democrática, como al hecho de que la institución que él, quien esto escribe y otros más contribuimos a fundar no es propiamente un Partido, sino un Movimiento Popular de Izquierda que reivindica las causas sociales y económicas que permanecieron soterradas durante décadas.
Si bien no es real la descripción de un contexto polarizado, lo que sí podría estar sucediendo es el surgimiento de un nuevo esquema pluripartidista en torno a una lógica política más claramente dividida entre izquierda y derecha.
Si bien la descripción de un contexto polarizado no se apega a la realidad, lo que sí podría estar sucediendo es el surgimiento de un nuevo esquema pluripartidista en torno a una lógica política dividida -más claramente- entre izquierda y derecha.
Lo que se ha polarizado es el discurso ideológico, es el debate político y la lucha parlamentaria, a saber, la sociedad política, pero no entre la llamada “sociedad civil”, la vía pública o la “sociedad de a pie”. De ahí que suele afirmarse que no hay polarización, sino politización; es decir, existe una mayoría de la población crecientemente informada y mayoritariamente cohesionada o empática en torno a una de las opciones.
Ese fenómeno sin precedente de repolitización de la base social (en términos de Alan Wolfe) se debe a la amplia e histórica batalla democrática del Presidente y los fundadores del principal Movimiento de izquierda.
A partir de esto, las y los participantes de la contienda presidencial planearán sus estrategias. Por ejemplo, si un polo dominante es, además, el gobernante, generalmente recurre a una estrategia de “continuidad con cambio”, y busca hacer de las elecciones un plebiscito sobre el desempeño del Gobierno en turno.
Aunque la coyuntura es favorable para el partido mayoritario, no se pueden desdibujar sus principios fundacionales o comprometer el carácter inclusivo que le dio origen, pero tampoco desdeñar las diferentes voces; de lo contrario, podría ponerse en riesgo la continuidad de la Cuarta Transformación.
La oposición buscará hacer de la elección lo contrario a un referendo, promoviendo una revocación de mandato del partido y del gobernante en turno, exaltando, excitando e incitando al voto de castigo, a partir de señalar, remachar y machacar errores, deficiencias e insuficiencias. El método de selección de su abanderada(o) es el quid del asunto, así como la amplitud de las organizaciones y personajes que integren ese bloque.
En 12 países que celebraron votaciones en 2022 se observó un alto nivel de polarización y politización, principalmente entre las clases medias, lo que fue determinante para la obtención de resultados estrechos.
Tal escenario podría acompañar las elecciones del 2024 en México si se compromete la unidad del partido mayoritario o decae la congruencia del Presidente; factores difíciles de vaticinar. Por otro lado, la competencia per se -fruto de la politización- es el signo de nuestros tiempos, y esto es bueno para la democracia.
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