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I. En el principio, todo era caos
El encuentro llamado “tarde estridentista” se realizó en el Café de Nadie el sábado 12 de abril de 1924, a las cinco de la tarde. Nunca antes en la historia de la literatura en México se había llevado a cabo un evento de tales dimensiones, y que, además, fuera organizado por los mismos artistas.

En aquel mismo mes de 1924, el ambiente en México era tenso. Adolfo de la Huerta optó por el exilio luego de fracasar en su intento por derrocar a Álvaro Obregón, pero la resistencia delahuertista no depuso las armas en un principio y se enfrentó unas cuantas veces más contra el Ejército federal.

A pesar de la estrechez económica en el país, José Vasconcelos emprendió una intensa campaña de alfabetización, haciendo uso de espacios inusuales para improvisar escuelas: cementerios, baldíos, ruinas de edificios bombardeados…

El mundo estaba cambiando debido al reacomodo geopolítico derivado de la Primera Guerra Mundial. Lenin murió en enero de ese mismo año, y su legado lo tomó el proletariado mexicano, así como en artistas e intelectuales. Como Estados Unidos presentía que su vecino del sur daría un giro hacia el comunismo, México temía una nueva intervención norteamericana. Las relaciones diplomáticas eran tensas.

Y, sin embargo, en la Ciudad de México sonaba a jazz.

II. El origen
Tan solo tres años atrás, la noche del miércoles 21 de diciembre de 1921, Maples Arce pegó en el antiguo barrio universitario su manifiesto Actual. Hoja de Vanguardia. Comprimido Estridentista de Manuel Maples Arce. Con esta acción, considerada casi vandálica, inauguró el Estridentismo. “El resultado del manifiesto fue atraer la atención de algunos jóvenes, que me buscaron animados por un espíritu de renovación, a la vez que sentían el despertar de una conciencia literaria”, confesó el poeta en su libro de memorias Soberana juventud.

Poco después, en sus correrías por la Ciudad de México, Maples Arce llegó a la avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, la misma donde vivía Ramón López Velarde —su casa hoy ocupa la sede de la Fundación Casa del Poeta I.A.P.— y en el número 100 encontró un café solitario: el Café Europa. Así lo contó:

Entré y lo hallé muy cómodo y agradable por su disposición en varios salones, con lambrines oscuros, de madera; su jardincillo interior y, especialmente, su gran tranquilidad. Una que otra pareja secreteaba en los rincones tan discretamente como si no hubiera allí alma viviente. Esta tranquilidad era exactamente lo que yo necesitaba.
Maples Arce convirtió el Café Europa en su refugio, su espacio seguro para ais- larse de aquel México convulso, de tensión militar, de crisis política y de los nuevos sonidos mecánicos de la urbe, que formarían parte de su poética. Al terminar sus clases en la Escuela Libre de Derecho —ubicada en la colonia Doctores, de la Ciudad de México—, el joven poeta acudía al Café Europa a leer y escribir artículos para las revistas Zig-Zag, Revista de Revistas y El Universal Ilustrado.

Posteriormente, Maples Arce empezó a frecuentar el Café con Arqueles Vela, quien era jefe de redacción de El Universal Ilustrado y con quien compartía inquietudes literarias y su interés por “el arte nuevo”. Según Maples Arce, fue Vela quien renombró al Café Europa como Café de Nadie; no obstante, de acuerdo con Vela, fue Gregorio Ortega Hernández, redactor de El Universal Ilustrado, quien lo bautizó así.

Independientemente de quién haya sido el autor intelectual de este nuevo nombre, el Café de Nadie se convirtió en el centro de operaciones de los estridentistas. En un gabinete de aquel espacio, Maples Arce y Arqueles Vela esbozaron proyectos culturales, al tiempo que hilvanaban ideas sobre la renovación de las artes en México. Maples Arce escribió:

En un rincón […] sorbíamos nuestro café y preparábamos entusiastas proyectos. De una de estas conversaciones surgió la idea de hacer la revista Irradiador, que emprendí en colaboración con Fermín Revueltas […] Con estos elementos organizamos una exposición en el Café de Nadie, que causó más de un sobresalto y tuvo numerosos ecos en la prensa. Fue la primera exposición de esta índole que se hizo en México.
III. Una estampa
“5 mil boletos vendidos con diez días de anticipación aseguraban el éxito” de la tarde estridentista, realizada en el Café de Nadie en abril de 1924, según List Arzubide en su libro El movimiento estridentista. El programa-invitación decía que el costo de entrada era de un peso, y presentaba a los participantes: Maples Arce, Arqueles Vela, List Arzubide, Salvador Gallardo, Humberto Rivas, Ordaz Rocha y Aguillón Guzmán. Además de una exposición de pinturas y máscaras, la programación incluía “música estridentista”.

Aquella tarde de abril, en el Café de Nadie, Arqueles Vela leyó su relato Historia del Café de Nadie ante sus compañeros de cuartillas de El Universal Ilustrado —los poetas Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo, Humberto Rivas y Luis Ordaz Rocha:

—Es un café sombrío, huraño, sincero, en el que hay un consuetudinario ruido de crepúsculo o de alba. De nadie. Por eso Ortega le ha llamado así. No soporta cierta clase de parroquianos, ni de patrones ni de meseros. Es un café que se está renovando siempre, sin perder su estructura ni su psicología. No es de nadie. Nadie lo atiende ni lo administra. Ningún mesero molesta a los parroquianos. Ni les sirve… Por esta peculiaridad somos los únicos que se encuentran bien en su sopor y en su desatención. Somos los únicos que no tergiversan su espíritu. Hemos ido evolucionando hasta llegar a ser nadie. Para que sea nuestro y exclusivo.

A Vela también lo escucharon los artistas plásticos Fermín Revueltas, Leopoldo Méndez, Jean Charlot, Ramón Alva de la Canal, Xavier Guerrero y Máximo Pacheco, quienes ocupaban los gabinetes del Café de Nadie. El humo de los cigarrillos cubría el ambiente y, sobre las mesas, se vislumbraban tazas de café y botellas de cerveza. Cuando Vela terminó su lectura, estallaron las felicitaciones y los aplausos.

Así, Vela inauguró la “tarde estridentista”, el primer encuentro multidisciplinario de artistas de vanguardia en México. Por primera vez en la historia del país, un grupo de jóvenes artistas —la edad promedio era de 24 años— tomó un espacio no oficial y lo convirtió en un centro cultural autogestivo. A fin de cuentas, el Café Europa no era de nadie y, al mismo tiempo, era de todos.

Luego siguió el “micrófono abierto”. Luis Ordaz Rocha, List Arzubide y Maples Arce leyeron algunos de sus versos. Maples Arce recitó su poema Urbe. Super-poema bolchevique, publicado en aquel año de 1924:

[…] Los pulmones de Rusia soplan hacia nosotros el viento de la revolución social. Los asalta braguetas literarios nada comprenderán de esta nueva belleza sudorosa del siglo…
La audiencia escuchó con entusiasmo, pues aquellos versos le torcían el cuello al cisne, porque rompían con la poesía modernista, tanto en forma como en fondo. Más allá del ambiente sociopolítico, estos poemas proponían abrazar la naciente modernidad mexicana, poblada con tranvía y rieles, con fábricas y obreros vestidos de overol, con postes telefónicos y con una telaraña eléctrica de cables… Sobre todo, según Maples Arce, los poetas estridentistas tenían la misión de revestir a la Revolución mexicana, que se estaba institucionalizando, con un sentido estético, que consiguieron a través del uso de imágenes verbales.

Estas imágenes manifestaron “la marcada presencia de connotaciones verbales de violencia, que abundan en las descripciones de fenómenos modernos, pero sobre todo en aquellas imágenes que oponen lo actual a tópicos poéticos anteriores, en su mayoría modernistas o claramente considerados como ‘anticuados’”, dice Katharina Niemeyer en Modernidad vanguardia y revolución en la poesía mexicana (1919-1930), como en los versos de Maples Arce:

[…] Hay oleadas de sangre y nubarrones de odio.
Desolación
Los discursos marihuanos de los diputados salpicaron de mierda su recuerdo, pero, sobre las multitudes de mi alma se ha despeñado su ternura.
[…]
Los impactos picotean sobre las trincheras.
La lujuria apedreó toda la noche, los balcones a oscuras de la virginidad.
La metralla hace saltar pedazos de silencio. […]
Posteriormente, los asistentes recorrieron el café para ver las fotografías de Edward Weston y las máscaras de los apóstoles del estridentismo, como List Arzubide. “Luego advertimos la provocación de unas manzanas esquemáticas pintadas por Charlot, lamentando que se trate realmente de una naturaleza muerta. Al lado de este cuadro encontramos uno de frijoles sintéticos. A pocos pasos nos detenemos a presenciar la borrachera de una casa, que parece sonrojarse…”, escribió Carlos M. Ortega, bajo el seudónimo de Crispín, en una crónica para El Universal Ilustrado.

La tarde estridentista causó revuelo en la prensa capitalina e inquietó a los grupos políticos, suspicaces en esos momentos de intriga y tensión. Según List Arzubide, “subterráneamente los políticos preparaban sus porras compradas de lance en la desvergüenza para atacar a los expositores; la realidad frustró sus afanes; palidecieron ante la multitud que llenó de hurras a los presentistas y aplaudió la irreverencia de los introductores de los gritos”.

IV. El Café de Nadie, hoy
En 2024, el número 100 de la avenida Álvaro Obregón lo ocupan dos establecimientos: Cervecería Mamona y Burger Bar Joint. ¿Dónde estuvo el otrora Café de Nadie? Es difícil intuir su ubicación, porque parecería que en ambos negocios se restringe la entrada a la poesía. Ahora, rubias cabelleras y rostros enrojecidos ocupan los gabinetes y las mesas. Suena una música pop de compases electrónicos monocromáticos. Algunas parejas de “Godínez” se sacuden la fatiga de la jornada con una hamburguesa, un tarro de cerveza y el futbol en las pantallas empotradas en las paredes.

Los meseros apresuran el paso para llevar las comandas y, en la barra, el cantinero opera el dispensador de la cerveza de barril. Ya no se toma Cerveza Moctezuma. El edificio tiene más de cien años y —¡vaya ironía! — en Burger Bar Joint, las paredes tienen un acabado de ladrillo “avejentado”. La iluminación es tenue y letreros neón indican: beer, burger, cashier.

Maples Arce no soportaría estar un minuto en este lugar devorado por la posmodernidad. Paradójicamente, la estridencia que producen la música, la plática de los parroquianos y el trajín de los meseros aturdiría al poeta, ávido de silencio para cavilar la renovación de la poesía mexicana.

Hoy, el eco de la poesía se ha enmudecido en las paredes de Álvaro Obregón 100. Sin embargo, este lugar fue el escenario donde se presenció la primera vanguardia en América que intentó vincular la Revolución con la revolución estética, según Anthony Stanton. Fue el espacio de una ya inexistente Ciudad de México, donde la poética estridentista reclamó su lugar en el mundo y brilló con esplendor, irreverencia y subversión, en medio del caos del naciente siglo XX.

Con información de El Universal