Compartir

La historia de la izquierda partidista en nuestro país ha tenido distintos momentos, que van desde la clandestinidad, pasando por la aceptación de las reglas del sistema político y su inclusión en éste, hasta la disputa por el poder político como una opción real.

No hay comentarios que mostrar.

En la década de los 80 del siglo pasado, a partir de las recurrentes crisis financieras y fiscales del Gobierno, tuvo lugar un hito en los esfuerzos para unificar y conformar un gran bloque de izquierda, luego de varios intentos por posicionar un partido de esa ideología frente a las tendencias avasalladoras del régimen.

En esta coyuntura, distintas organizaciones tomaron parte en las discusiones: el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), la Corriente Socialista (CS), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), la Unidad de Izquierda Comunista (UIC) y una parte del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

Así, en 1987 emerge el Partido Mexicano Socialista (PMS), conformado por el PMT, el PSUM, el PST y otros grupos, con la intención de erigirse como frente opositor al partido en el poder, y postulando a Heberto Castillo como candidato, quien declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, aspirante del Frente Democrático Nacional (FDN), integrado, a su vez, por disidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y partidos de izquierda.

Este esfuerzo de unidad tomó un nuevo impulso con la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en 1989, al fusionarse el PMS con el nacionalismo revolucionario, que defendía la Corriente Democrática escindida del PRI, además de otros movimientos y organizaciones sociales inconformes con los resultados electorales de 1988.

Luego del aquel fraude electoral, los partidos de izquierda, agrupados en torno a la figura del ahora presidente de la República, tuvieron en 2006 otra gran oportunidad para destronar al régimen neoliberal. Sin embargo, la fragilidad de las instituciones, el incipiente Estado de derecho y las complicidades de las cúpulas políticas prianistas, consiguieron que, aun de manera espuria, el poder se mantuviera intocado, por medio de otro fraude electoral.

Aprendiendo de estas duras lecciones, en 2014 irrumpió en el escenario político el Movimiento Regeneración Nacional (luego, partido MORENA), liderado por Andrés Manuel López Obrador y que ha crecido de manera exponencial en los años que lleva de existencia. Su prueba de fuego: la jornada electoral de 2018, sus primeras elecciones presidenciales, en las que resultó ampliamente favorecido por las bases ciudadanas y un gran sector de personas jóvenes, dispuestas a participar en la política nacional.

Recuérdese que en cada uno de los grandes episodios protagonizados por los movimientos de izquierda mexicanos hubo dos constantes: 1) la división del movimiento, ya sea por motivos ideológicos o políticos, y 2) los esfuerzos de unidad para enfrentar al régimen de corrupción, al amparo de una maliciosa amalgama entre el poder económico y el poder político, que había lacerado a la nación desde hacía más de tres décadas.

Atesorando las lecciones del pasado, MORENA no ha desdeñado los beneficios cosechados por los grandes esfuerzos de unificación. No sólo se ha posicionado como la principal fuerza electoral del país, detentando la mayoría absoluta de las gubernaturas y legislaturas locales, sino que también ha dado ejemplo de inclusión democrática en el seno de sus dinámicas intrapartidistas y la elección de quien fungirá, eventualmente, como coordinador o coordinadora de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, tanto así, que los propios grupos opositores emularon este modelo para definir al representante del Frente Amplio por México.  

En este contexto, han transcurrido ya 70 días desde que iniciaron los recorridos que realizamos quienes aspiramos a ocupar la mencionada Coordinación, así que vale hacer aquí un corte de caja.

En mi caso, en 35 días, he visitado 19 estados, en donde llevé a cabo 70 asambleas informativas en 62 municipios, además de sostener 20 encuentros con sectores diversos, 20 conferencias de prensa y 83 entrevistas para medios y plataformas digitales; esto es, casi 22,000 kilómetros recorridos, con 770 horas efectivas de trabajo.

Continuaré mis visitas por todo el país hasta el último día de este ejercicio político inédito, compartiendo mis propuestas y visión con el mayor número de ciudadanas, ciudadanos, simpatizantes y militantes del movimiento, pese a las campañas negras previas y las desventajas evidentes, como la falta de recursos y de estructuras territoriales.

Esta es la cuarta vez que recorro diversas regiones del país desde 2006. Las tres ocasiones anteriores, lo hice acompañando a Andrés Manuel López Obrador en su calidad de candidato presidencial.

Cabe ahora la pregunta: ¿cuánto ha cambiado México desde el fraude electoral de 2006 a la fecha, cuando se avizora una jornada electoral muy intensa y competida?

De entrada, el tamaño del electorado es mayor. Hace 17 años, lo integraban 71 millones 730 mil personas, mientras que para 2024 se estima en 100 millones. Las y los nuevos electores suman casi 30 millones (mujeres y hombres jóvenes de 18 a 29 años). Este segmento de votantes es de tal magnitud, por sus dimensiones y perfiles, que podría definir el rumbo de los comicios. Sin embargo, actualmente permanecen a la expectativa y aún no definen su participación de manera homogénea.

Recuerdo que las demandas y los planteamientos de la población hace 17 años eran empleo, mejores salarios y combate a la corrupción, mientras que ahora son seguridad, salud y atención al campo, así como el tema del agua en prácticamente todo el norte del país.

El factor Estados Unidos también está más presente hoy que antes. El impacto económico de las remeses es evidente, y la población de connacionales en la Unión Americana pasó de 12 a 36 millones, es decir, aumentó en un 300 por ciento. Y si bien estas y estos compatriotas ya pueden votar a distancia, lo cierto es que aún no se han organizado para hacer valer su presencia en las elecciones de 2024.

La del año entrante será la elección más amplia en la historia de México, por el número de cargos federales y locales que concurrirán el mismo domingo 2 de junio: 3,321, desde la Presidencia de la República hasta alcaldías de la CDMX, y se esperan más de 12,000 aspirantes en campaña.

Aunque durante las últimas décadas se pueden identificar numerosos cambios políticos, económicos y sociales en México, acaso el más importante tiene que ver con la llegada de un auténtico proyecto de izquierda a la primera magistratura del país, pero especialmente con la amplia posibilidad de refrendar su posición frente al electorado en 2024.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: RicardoMonrealA