Jesús Te Ampare
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En casi siete años, militantes de la autodenominada Cuarta Transformación han subsanado -a manos llenas- sus dilemas económicos.
Lo que en su momento se presentó como un proyecto de regeneración moral y combate a la corrupción, hoy exhibe un rostro distinto: el del privilegio y la abundancia de una élite que, gracias a la llave abierta del patriarca tabasqueño, se ha instalado en las estructuras de poder político y económico del país.
Mientras el discurso oficial se obstina en la austeridad republicana, la realidad exhibe otro rostro.
Diputados, senadores, gobernadores y funcionarios cercanos a la 4T disfrutan de dividendos, canonjías y contratos –además de endosar a familiares y amigos– que contrastan con la vida de millones de mexicanos que siguen hundidos en la pobreza extrema.
La brecha social no se cierra; al contrario, se ensancha, y los nuevos protagonistas del poder ostentan con arrogancia y cinismo los frutos de su cercanía al régimen.
El 12 de marzo de 2019 López Obrador precisó: “tenemos que limpiar el país de corrupción como se barren las escaleras: de arriba para abajo”.
Empero, la corruptela, ha permeado por numerosas oficinas del gobierno federal. Y lo más alarmante es que se encubre.
Los escándalos por sobrecostos en obras públicas, contratos asignados sin transparencia y fortunas amasadas en tiempo récord no derivan en sanciones ni en escrutinios de fondo.
El aparato de gobierno parece blindar a sus propios cuadros, robusteciendo un sistema que reproduce los mismos vicios del pasado.
Así, lo que nació como un movimiento para dignificar la política mexicana, se ha transformado en una maquinaria que adjudica poder y riqueza entre sus militantes más cercanos y de fe ciega.
El pueblo que creyó en la promesa del cambio observa cómo los nuevos afortunados viven en bonanza, mientras la penuria sigue marcando el rostro de millones de familias.
La historia vuelve a repetirse: el poder que se difundió como transformador, en los hechos, se ha convertido en un verdadero pillaje.
Santurrones e insolentes…
¡No tienen decoro!
ceciliogarciacruz@hotmail.com