Jesús Te Ampare

Hay partidos políticos que han normalizado la ineptitud como política pública, la prepotencia como estilo de gobierno y el desprecio como método para tratar a quienes piensan distinto.

El reciente nombramiento del malvado ´Bizarro Gatell´ como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), no solo es un acto de cinismo, una bofetada a la razón; es un insulto descarado a la memoria, al dolor y a la inteligencia de millones de mexicanos.

El creador de la frase ´Quédate en casa´, no es un funcionario respetado a nivel internacional por su política sanitaria. Es, por el contrario, símbolo del fracaso, sello de la desvergüenza y la indolencia con que enfrentó la pandemia.

Su legado tóxico está manchado por contradicciones, datos falseados, conferencias mañaneras de autoelogio y, sobre todo, por la omisión que costó miles de vidas.

Este insolente personaje que relativizó el uso del cubrebocas, manipuló cifras y evadió responsabilidades, ahora es premiado por su obediencia ciega, no por su capacidad.

Esta nominación es una provocación. Un mensaje directo desde la cumbre del poder: “Hacemos lo que queremos, aunque ofenda, aunque duela, aunque contradiga todo sentido común”.

Es regularizar el servilismo como mérito. No se premia la preparación, ni el compromiso, sin la trayectoria ética. Se recompensa al “sí, señor (a)”.

El gobierno ha dejado de disimular. Hoy actúa con desparpajo autoritario que desprecia cualquier forma de contrapeso o crítica.

Las voces disidentes son tratadas como enemigos del pueblo. Las decisiones no se explican, se imponen.

Y el aparato del Estado se convierte, cada vez más, en una estructura vertical que gira en torno a una sola voluntad: la voz del poder omnímodo.

El caso del malvado ´Bizarro Gatell´ duele porque representa todo lo que no debería ser un servidor público: improvisado, soberbio, irresponsable, y ahora, caradura.

En una democracia saludable, funcionarios así deberían rendir cuentas y no representar a la nación ante organismos mundiales.

Pero en el México de hoy, esa lógica se invierte. Aquí se castiga la experiencia y se galardona la sumisión.

El caudillo dejó un régimen de culto personal, intolerancia institucional y desprecio profundo por la inteligencia del ciudadano.

Lo del malvado Gatell es solo la más reciente bofetada.

Pero como tantas otras, no será la última.

Su viaje a Suiza, tiene un fuerte olor a Palenque.

ceciliogarciacruz@hotmail.com