Una vez concluido el proceso electoral en los Estados Unidos de América, y después de que se declarara oficialmente a Joe Biden como el cuadragésimo sexto presidente de esa nación, su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, le envió una carta de felicitación el pasado 14 de diciembre.
En su misiva, el presidente de México señaló que “los gobernantes (de ambos países) debemos esforzarnos en mantener buenas relaciones bilaterales fincadas en la colaboración, la amistad y el respeto a nuestras soberanías”.
Parece evidente que la relación bilateral entre ambas naciones continuará siendo cordial y de mutua cooperación para beneficio mutuo, con independencia del signo partidista del inquilino de la Casa Blanca.
Los dos mandatarios han expresado, por diferentes medios, que continuará la relación de buena vecindad, privilegiando el diálogo y el respeto mutuo.
Asimismo, en días recientes y a seis semanas de haber tomado posesión como presidente de Estados Unidos, Joe Biden sostuvo su primera reunión virtual con el jefe del Estado mexicano, confirmando que la relación entre ambas naciones está por encima de los humores de sus protagonistas y de los rumores partidistas coyunturales.
En este encuentro virtual, como se había vaticinado, se puso énfasis en los temas prioritarios que conforman la robusta agenda bilateral en la que se encuentran imbricados ambos gobiernos, los cuales contemplan cuando menos los siguientes puntos relevantes: respuesta a la crisis sanitaria global, migración, seguridad, cambio climático y T-MEC.
El tópico de la salud pública requiere atención prioritaria. Los aspectos sanitarios trastocan transversalmente la cuestión de los flujos migratorios, temas laborales, turísticos y, por supuesto, lo relacionado con inversiones directas e indirectas. Y recuérdese que, entre las potencias mundiales, los Estados Unidos han registrado el mayor número de afectaciones por la pandemia, en términos sanitarios, económicos y políticos.
Más allá de si tendremos acceso o no a las vacunas estadounidenses, tanto el expresidente Trump como el presidente Biden parecen compartir la visión de lo que podríamos llamar una “sociedad sanitaria y de salud pública” entre EUA, México y Canadá, a partir de la cual las tres naciones deberían mantener enfoques, estándares y soluciones similares en el tratamiento de la pandemia.
Del mismo modo, está en el interés medular del T-MEC disponer de trabajadores, consumidores, productores y connacionales vacunados y protegidos ante la pandemia.
El tema migratorio ha sido siempre fundamental para ambos países; de nuestro lado, como otro de los efectos colaterales de la pandemia, existe la posibilidad de que presenciemos un retorno masivo de paisanas y paisanos.
De parte del vecino país del norte, es previsible que se puedan retomar las propuestas que quedaron suspendidas en la agenda demócrata a partir de la anterior transición política.
Sin embargo, como puntos positivos para nuestra nación en este respecto, en los primeros días del nuevo gobierno estadounidense se ha dado cuenta de la distensión en materia migratoria. Las primeras acciones ejecutivas del presidente Biden retiraron la condición de facto de “tercer país seguro” que su antecesor le dio a México.
Ha sido de tal modo favorable el escenario para nuestro país, que en la cumbre virtual se pudo haber planteado lo que parecía vedado hace unos meses: un posible acuerdo especial para trabajadores migratorios de México y Centroamérica, lo que ayudaría enormemente a enfrentar el preocupante contexto de desempleo provocado por el año de pandemia.
Por lo que ve a la cuestión de seguridad, generalmente la agenda bilateral suele ser eclipsada por los temas concernientes al narcotráfico o a la delincuencia organizada, sobre todo en este momento coyuntural en que altos funcionarios mexicanos de administraciones pasadas y presentes están siendo procesados tanto en Estados Unidos como en México, acusados de colusión con la delincuencia organizada.
Aún se desconoce si podrían darse ciertas presiones del vecino país del norte para la entrega de capos y funcionarios de nuestro país, vinculados al narcotráfico.
Por otro lado, existe interés por parte del Estado mexicano en replantear algunos esquemas de seguridad que involucran a ambas naciones.
Por su propia naturaleza, los Estados Unidos están posicionando constantemente su agenda geopolítica, y el gobierno de nuestro país ha sido un elemento clave para contribuir, cuando menos, a sus propósitos de seguridad hemisférica.
En este escenario, durante las administraciones pasadas se llevó a cabo un acuerdo altamente cuestionable por su carácter inconstitucional: la Iniciativa Mérida, que sirvió como un medio para “facilitar” el intercambio de información de inteligencia, tecnología, logística, armas y otros recursos, posibilitando el incremento del número de militares y elementos de las agencias de seguridad e inteligencia del gobierno de Estados Unidos. Esta situación podría ser objeto del escrutinio del actual gobierno mexicano, encabezado por un presidente comprometido con las premisas fundamentales de la soberanía nacional.
En virtud de los compromisos en materia de desarrollo sustentable y cambio climático, el hecho de que los demócratas suelan usar más guantes de seda que de carnaza en la relación con México no nos eximirá de ciertas presiones en este sentido. El presidente estadounidense ha sido reiterativo en su compromiso por promover las energías limpias y las políticas que ayuden a aliviar el cambio climático.
Respecto a las relaciones comerciales, la relación bilateral apuntaría a la exigencia del cumplimiento cabal del T-MEC, sobre todo ahora que el gobierno del vecino país del norte ha señalado a este acuerdo comercial como una palanca de recuperación. Por lo que podrían abordarse temas relacionados con la inspección laboral y sindical, aspectos que ya había anticipado el ala demócrata en los debates del Congreso estadounidense.
Infortunadamente, en el T-MEC no se contemplan cuestiones fundamentales para el desarrollo nacional, como la transferencia de tecnología. Sin embargo, a diferencia de la administración anterior de la Casa Blanca, hay elementos que hacen pensar que el chantaje latente de un cierre inesperado de la frontera a personas y mercancías mexicanas en cualquier momento quedará proscrito de la relación bilateral.
Es bien conocida la máxima de Robert Dulles: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”, pero en el interés nacional de México y la Unión Americana está mantener relaciones de cooperación, coordinación y colaboración, en un marco de respeto y dignidad a sus respectivas soberanías y pueblos.
El diálogo, la diplomacia y la política del buen vecino seguirán siendo un elemento fundamental para mantener un puente de cooperación entre ambos gobiernos democráticos.
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