Jesús Te Ampare
La conocí en un convivio familiar en Xalapa, Veracruz. Ella, apadrinaba a una niñita hermosa, hijita de unos amigos muy queridos.
Después del ritual cristiano, compartimos el mismo espacio e iniciamos una charla fortuita.
Ahí estaba sentada; piernas cruzadas y emocionalmente (supuse) insegura.
Era Ana Gabriela Guevara Espinosa, que se desempeñaba como Senadora de la República.
La mismísima velocista y primera mujer en la historia de México en conquistar una medalla olímpica (Plata) en los 400 metros lisos.
Cinturón piteado, botas vaqueras de piel y sombrero vaquero, camisa a cuadros y jeans ajustado.
Ya en confianza: sencilla en el trato y abierta a la conversación.
Diferentes temas, muy en especial de su trayectoria en el deporte y su ingreso a la política.
Vinieron los “palomazos”. Cada quién interpretó sus canciones predilectas.
Ella optó –habano en mano– por las “rancheras”.
Me agradó su forma de ser.
Jamás rehuyó a su personalidad.
Siempre firme y echada pa’ delante.
Ya investida como titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), dejé de tener contacto con la sonorense.
Muchas han sido sus aventuras de las que ha salido airosa.
Es tenaz, alegre y cabrona también.
Enamorada y valiente.
Favorecida por el poder político.
Y señalada por irregularidades.
Despreciada por deportistas que no han sido “acariciados” por su mano benefactora.
Muchos la respetan, otros simplemente…la odian.
¡LA DE ORO!
La participación de los atletas mexicanos en el ocaso de la Olimpiada de París (concluye en 3 días) se puede resumir con la siguiente frase:
“Jugaron como nunca y perdieron como siempre”.
Pero… ¿Por qué México solo consigue medallas de bronce?
¿Cuáles son las razones?
Para el cronista deportivo Javier Alarcón, el problema real está en las familias, en la sociedad, en el sistema.
Es lógico que tengamos más medallas de bronce, que primeros y segundos lugares.
Y la razón –lo expresó seriamente—es la siguiente. Desde niños, los papás y los maestros, en momentos de mucha felicidad, en momentos realmente de crecimiento (porque la infancia es destino), nos decían “no quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”.
Por supuesto que la opinión humorística de Alarcón provocó risas y algunos recordatorios maternales.
En Londres (2012) la selección mexicana de futbol varonil conquistó medalla de oro. Recuerdo imborrable.
Con medalla de plata asegurada, el pugilista sinaloense Marco Verde, tiene el reto mañana viernes de lograr la primera medalla de oro olímpica en la historia para nuestra delegación.
Y así romper el mito de “no quiero oro ni quiero plata…”
Suerte.
ceciliogarciacruz@hotmail.com