La lengua yoreme mayo, conocida como yorem nokki y hablada en regiones de Sinaloa y Sonora, enfrenta una crisis de preservación, según advirtió un investigador galardonado, quien dijo que la principal preocupación radica en que las nuevas generaciones no comprenden la esencia profunda del idioma ni lo hablan, lo que pone en riesgo su continuidad.
Antolín Vázquez Valenzuela, un experto en culturas populares y ganador del Premio Nacional de Arte y Literatura, señaló que muchos jóvenes que participan en tradiciones como los cantos de la Danza del Venado, aunque aprenden las melodías de los mayores, no asimilan el significado o los términos filosóficos inherentes a la lengua. Esto lleva a que canten «por cantar», sin la profunda conexión emocional que poseen los cantores de mayor edad, quienes transmiten el sentimiento a través de sus facciones y la manera de ejecutar los instrumentos.
La situación actual es crítica: de aproximadamente 140 mil habitantes en las comunidades yoreme mayo, sólo cerca de 17 mil personas conservan su lengua materna, siendo la gran mayoría adultos mayores.
Mientras que los ancianos, quienes son los principales custodios del yorem nokki y lo conversan asiduamente, expresan con tristeza que su idioma está al borde de la extinción.
FACTORES DE DESPLAZAMIENTO
Vázquez Valenzuela, quien ha dedicado más de cuatro décadas a la revitalización de ritos y costumbres, incluyendo la recuperación de la «Danza del Venado», identifica diversos factores que han contribuido al desplazamiento lingüístico de los pueblos originarios:
- El sistema educativo, que tiende a la castellanización de los niños.
- La migración.
- Algunos medios de comunicación.
- El uso inadecuado de las redes sociales.
El investigador enfatiza que los niños actualmente solo manejan palabras sueltas en yoreme, y los jóvenes apenas construyen frases más largas, lo que subraya la urgencia de fortalecer la transmisión intergeneracional. La experiencia y el conocimiento profundo de la lengua residen en los mayores, quienes continúan transmitiéndolo.
DIARIO DE MÉXICO