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Las abuelas recomiendan: «que no falten  ajos en la cocina”

-Están muy caros.

-Que importa lo que cuesten: ¡reviven muertos!

Los ajos, de origen humilde, base de la alimentación entre los obreros que construyeron las pirámides de Egipto, magníficos para unos, hediondos para otros, están unidos a la historia del hombre.

En Italia, los romanos incluían a los ajos entre sus condimentos más preciados, en cambio en  Grecia, a los griegos que los comían se les  prohibía el ingreso al templo de Cibeles; es más, para ellos el ajo se deriva de la palabra huir o evitar.

Tampoco los ajos eran aceptados en España, durante el reinado de Alfonso X de Castilla, cuando se fundó la orden caballeresca de “La Banda”, el  reglamento de esta orden penaba  aquellos de sus miembros que comían ajos o cebollas.

Los biógrafos del ajo aseguran unos  que son originarios de Siberia, otros de Sicilia; la verdad es que no existe ningún dato seguro y comprobable en cuanto a su origen; lo que  sí damos como cierto es que después de la Conquista los mexicanos hicimos nuestros a los ajos como al maíz, el chile y los frijoles y además les atribuimos poderes mágicos, igual que los chinos quienes los consideran defensa infalible contra del mal de ojo.

En Hungría y Polonia, los ajos son por excelencia los exterminadores de vampiros y en India están considerados como una deidad que todo lo sana y purifica, que protege contra los mosquitos y de paso asusta a las arañas, culebras, alacranes y otros bichos que anden por ahí, tratando de pegarnos una mordida, picada o susto.

Aristóteles y Galeno entronizaron a los ajos. Para ellos constituían la panacea mediante la cuál  curaron a un sin número de enfermedades entre ellas: reumatismo, mala circulación,  presión alta y afecciones en los bronquios.

El ajo junto con la cebolla y el limón son una trilogía milagrosa que alivia de muchos males que la medicina alópata aún no logra remediar, motivo por el cuál mucho famosos de las artes y las ciencias no pueden vivir ellos, claro sin llegar a los extremos de Louis Diat, el famoso “chef”  inventor del “vichissoise”, para quién el ajo es el quinto elemento indispensable para la vida, junto con la tierra, el aire, el agua y el fuego.

A propósito, ¿tiene usted idea de cuantos platillos se preparan a base de ajo?  Solo por mencionar algunos: la famosa sopa de ajo, que según las abuelas revive muertos y más aún  si se le agrega un huevo sobre una rebanada de pan tostado, frito en aceite de oliva, que flota sobre la sopa. Otras delicias son los champiñones al ajillo y el espagueti con ajo, aceitunas y queso parmesano, estos platillos entre los cientos de exquisiteces que ofrecen los ajos, además de su intervención en los aderezos de los cuales existe una enorme variedad.

En fin, la lista de las bondades del ajo es larga, interminable, por ello me atrevo a sugerirle: que nunca le falte en su casa o negocio, una ristra de ajos colgando cerca de puerta, de ser así, el mismo Drácula tendrá pocas posibilidades de atravesarla.

taca.campos@gmail.com