Por Teodoro Rentería Arróyave
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Comentario a tiempo
Agradecidos a todos y por todo en la celebración del LXXXII aniversario, en plural, porque esposa, hijos y nietos, me lo han expresado. Por aquello de que alabanza en boca propia… transcribo, sin permiso, la edición de hoy de la columna “EN LA NUBES” de mi colega-hermano licenciado, don Carlos Fernando Ravelo y Galindo, titulada “Varios Siglos de Cultura”, se inicia con dedicatoria:
“Carlos Ravelo Galindo, afirma: Un cordial saludo a don Joan Vila y a su esposa Paquita. Viven en Barcelona, España. Buenos amigos de México.
Más de cien periodistas de todo el país -varios Siglos de Cultura-, nos juntamos con nuestro amigo y colega escritor Teodoro Rentería Arroyave, en la Casa de Coahuila, frente al convento de Churubusco, y en torno a espléndida Paella Valenciana del chef Alfredo Alvarez.
Brindamos por haber cumplido él un año más de vida. Al saber que éramos más de cien periodistas, escritores y poetas uno de los asistentes, nos dijo: “Aquí sumamos varios siglos, Ravelo”. “Sí, querido amigo. Pero siglos de cultura”.
Nosotros, durante el convivio, expresamos un reconocimiento al presidente y fundador del Colegio Nacional de licenciados en periodismo, de la Federación de Asociaciones de Periodistas de la República Mexicana y dos veces presidente del Club Primera Plana, don Teodoro Rentería Arroyave, por sus, apenas 82 años.
Ante un expectante auditorio. Gente culta. Ni duda. Le dijimos al amigo: “En pocas palabras querido Teodoro. Esta amistad es para siempre. Te lo dice alguien consciente de que el lenguaje de la amistad no son las palabras sino el sentimiento. Y los sentimientos están por encima del lenguaje.
Contigo estamos tus amigos. Celebramos que, con buen humor, y confianza, ya casi nos alcanzas a muchos de los presentes. Te sobran 82 años. Empiezas de nuevo. Sopórtanos. Sin resentimientos. Lo dice alguien que como nosotros a meses de cumplir los noventa. Con setenta y cuatro de escribir, bien, regular o mal. Y setenta de beber diario, confiesa que nada de ello se nos ha hecho vicio. Sino costumbre.
No olvidamos cómo llegamos al mundo. Lo que aprendimos al vivir. Y, claro, no queremos, pese a la nostalgia y a la incertidumbre, morir. Y debemos también reconocer, querido hermano, que por tu culpa hemos aprendido que en una amistad verdadera ríes y lloras. Sufres y gozas, Pides y das.
Hemos sido testigos que nunca esperas a que alguien, amigo o no, venga a descubrirte su necesidad. Le ayudas antes. Hablamos en primera persona. No podemos hablar de otros muchos. No los consultamos. Creo coincidir con ellos. Los aquí presentes.
Reconoce Teodoro, con el Don Genético de la gran familia Rentería Villa, que también rodea tu vida profesional, que esta reunión es entre pares. De igual dignidad. Y mismo poder.
Decirte también que la amistad es la libertad de expresarse. Es como estar con uno mismo. Sin temor a la crítica. Ni a la censura. Pero en grata compañía. Por eso, permítaseme la primera persona, felicitarte a nombre de todos los que comemos contigo hoy. Y me refiero a todos. A todos. Que conste.
Y si hablamos de comida, déjame platicarles una indiscreción, algo que nos sucedió anoche, cuando mi hijo Jorge, que nos acerca cada semana nuestros alimentos, aquí presente, que no me dejaría mentir, me informó:
“Papá, tienes en el congelador carne para un mes”. Nosotros, con modestia, le requerimos: “No tendrás carnita para esta noche. Y ahora sí, a seguir en paz.” CONTINUARÁ.