La sociedad contemporánea ha experimentado una serie de cambios sustanciales desde la llegada de la Era de la Información, lo que ha permitido a la población con acceso a Internet tomar un rol activo ante los sucesos que a diario se presentan en su entorno inmediato o en otras latitudes.
Estos cambios han ampliado considerablemente las formas de comunicación entre las personas, así como el flujo de información, cuyo acceso, a diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, estaba condicionado por el arbitrio de los medios tradicionales: Prensa, Radio y Televisión.
Actualmente, atestiguamos no sólo la trascendencia, sino los beneficios de la Era Digital en el contexto de la consolidación de la democracia en México. Hasta inicios de este siglo XXI, la mayoría de las personas que procuraban mantenerse informadas sobre el estado de la política, de la economía y en general de lo que ocurría en el país, para formarse un punto de vista propio tenían que recurrir a la radio, la televisión o los distintos periódicos y revistas; sin embargo, la información a la que se podía tener acceso necesariamente tenía cierto sesgo, atribuible al Consejo editorial, la Mesa de redacción o la línea de mando de cada uno de estos medios.
Con la llegada de la Era Digital, de la masificación del acceso a Internet y de la proliferación de computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes, la dinámica en el acceso, manejo, difusión y presentación de la información cambió de manera radical. Ahora, cualquier persona que cuente con un dispositivo electrónico con conexión a internet puede, a través de las redes sociales o de un canal propio en plataforma digital, reportar cualquier acontecimiento e informar sobre todo tipo de hechos en tiempo real a un sinnúmero de mujeres y hombres de cualquier lugar del mundo. Los medios tradicionales, en este sentido, han dejado de ser indispensables.
Si bien en otro tiempo la opinión de columnistas, periodistas o analistas no solía ser cuestionada, hoy en día lo expresado por los personajes de los medios puede ser lo mismo apoyado que replicado o refutado por cientos o miles de personas a través de sus redes sociales, en el ejercicio de su derecho a la libre expresión. Esto deja en claro que la época del monopolio de los medios tradicionales como portavoces de la opinión pública está llegando a su fin.
Es de celebrarse, en este sentido, la democratización de la opinión ciudadana a través de la apertura que ofrecen los medios digitales: interacción horizontal ubicua que se ha vuelto tan poderosa que incluso ha obligado a personajes del servicio público o artistas a matizar sus expresiones, ofrecer disculpas o, en casos más extremos, redireccionar posturas.
Felipe González, expresidente español, en relación con el fenómeno desatado por la comunicación digital, distinguía la “opinión publicada”, es decir aquella generada y expresada por los medios tradicionales, de la “opinión pública”, esto es, la que refleja lo que piensa y decide el promedio de la ciudadanía; en el contexto actual, la que expresa el real sentir de las personas usuarias de redes sociales.
En la comunicación política se ha dado un cambio sustancial, pues de ser un ejercicio vertical, en el que todo fluía de arriba hacia abajo y no había razón alguna para que su reproducción se diera en otro sentido, hoy es totalmente horizontal. Cantidades ingentes de debates entre personas se dan todos los días, generando flujos inmensos de información cotidiana en tiempo real y prescindiendo de los generadores convencionales de la opinión publicada.
Sin embargo, los cambios estructurales en la industria de la comunicación recientemente surgidos también han favorecido la aparición de malas prácticas y vicios que lesionan la libertad de expresión y otros derechos.
En nuestro país, de manera muy particular, se sabe de la existencia de los llamados bots, perfiles artificiales creados en las redes sociales para atacar a personajes de la arena pública y diseminar fake news, con el objetivo principal de propiciar linchamientos mediáticos que generen desprestigio.
De la misma manera, la Era Digital ha derivado en nuevas formas de violencia que buscan denigrar la dignidad de personas, integrantes o sectores específicos de la sociedad. Asimismo, la privacidad se ha visto vulnerada por malas prácticas que desde hace tiempo han tenido lugar en el ciberespacio, y que han sido objeto de regulación mediante normas, como la recientemente aprobada Ley Olimpia, la cual busca lograr la erradicación de la exposición deliberada de la imagen o contenidos íntimos sin consentimiento.
Lamentablemente, al día de hoy no existen aún los controles adecuados para frenar los ataques sistemáticos a los derechos fundamentales de las personas. La libertad de expresión; la libre difusión de ideas; el derecho a la intimidad, al buen nombre, a la honra, a la privacidad o a la protección de datos personales no se encuentran plenamente garantizados en el esquema actual de comunicación a través de redes sociales o plataformas digitales.
Idealizar a la Era de la Información como la cúspide de nuestro desarrollo civilizatorio sería un error, ante las contradicciones que se reproducen en ese entorno.
Pugnar por que se siga construyendo la amplia apertura democrática que existe actualmente es de suma importancia; frenar los abusos o las malas prácticas perpetrados a través del uso cotidiano de las tecnologías de la información y de la comunicación, que ponen en peligro la integridad o dignidad de las personas es una responsabilidad que debemos abrazar de manera compartida.
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