Por: Jorge Herrera Valenzuela
Ráfaga
Un exdirigente de la Juventud Comunista abandonó esa línea política de construir el camino para que el socialismo imperara en México, asegurando que su proyecto “no llegaría a realizarse por la vía pacífica ni por medio de la colaboración con el Estado, como lo había hecho el Partido Comunista Mexicano”.
El estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Raúl Ramos Zavala, convocó a los líderes de izquierdistas del sector universitario, a campesinos y a obreros para actuar coordinadamente, pero no logró su propósito porque se enfrentó a la policía y murió.
Hace 47 años comenzó lo que está registrado en nuestra historia como “Guerra Sucia”. Un frustrado secuestro se convirtió en un crimen y en punto de partida para aprehender y procesar a unos, torturar, asesinar a otros e integrar una larga lista de “desaparecidos”. Decenas, centenas, miles, no hay precisión de cuántos en cada grupo. Pocos son los supervivientes que narran lo que vivieron por haber formado parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Para las nuevas generaciones de mexicanos, poco o no nada significa la cadena de sucesos ocurridos durante casi una década, del 15 de marzo de 1973 al término del sexenio del presidente José López Portillo, quien firmó la amnistía en favor de los supervivientes, cuyas escalofriantes narraciones sobre lo que vivieron y sufrieron, han sido divulgadas recientemente.
La sinaloense Martha Alicia Camacho Loaiza fue detenida junto con su esposo, en su domicilio. Los llevaron a un cuartel militar de la Novena Zona Militar, en Culiacán. Ella tenía 22 años y estaba embarazada, lo que no evitó ser torturada física y mentalmente. Delante de ella golpearon a su esposo José Manuel Alapizco Lizárraga y lo asesinaron a tiros, despareciendo el cadáver. Contó Martha Alicia que dio a luz en una mazmorra del cuartel, sin ninguna atención médica. Permaneció 47 días en ese encierro sin ser presentada ante ninguna autoridad judicial.
El año pasado Martha Alicia recibió una disculpa del Gobierno Federal, en un acto que presidió la jurista Olga Sánchez Cordero, Secretaria de Gobernación. En la actualidad la sinaloense es presidenta de la Unión de Madres con Hijos Desaparecidos en Sinaloa y además se mantiene como activista, acompañada por su hijo. Insiste en que se reabra la investigación en torno al asesinato de su esposo y se castigue a los culpables.
Otros supervivientes son Antonio Orozco Michel y José Natividad Villela Vargas, quienes en una operación sorpresiva, realizada por sus compañeros, lograron evadir el penal de Oblatos. Fueron seis en total los prófugos en aquel 1977. A varios de ellos los entrevistaron y otros inclusive narraron su participación en una película titulada Oblatos, por cierto muy galardonada como documental histórico. Dijeron que era mejor no hablar y vivir en la clandestinidad para evitarse problemas.
Mucho se ha escrito y se continuará comentando sobre los asesinatos, secuestros, asaltos a oficinas bancarias, a establecimientos comerciales. El que cimbró al país fue el asesinato del empresario Eugenio Garza Sada, en Monterrey, cuando intentaban secuestrarlo y pedir 5 millones de pesos como rescate. De los secuestros se recuerda el doble consumado en Guadalajara, siendo las víctimas un Cónsul inglés de nombre Anthony Duncan Williams y el empresario Fernando Aranguren Castillo, a quien no le perdonaron la vida y sí al diplomático.
EL PREPOTENTE SALMERÓN
Hace exactamente un año, el 23 de este mes patrio, renunció Pedro Salmerón a la dirección general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, porque declaró que los jóvenes de la Liga 23 de Septiembre “eran jóvenes valientes, inteligentes, cargados de valores, conscientes de la desigualdad y de un sistema de corrupción que vivimos en México”
En tono prepotente y apoyándose en su amistad personal con el hombre que vive y da conferencias en Palacio Nacional, Salmerón manifestó que presentaba su renuncia al Presidente de la República, “no a la derecha fascista”. El elogío que lanzó a los jóvenes guerrilleros, presuntamente lo hizo con el visto bueno de su jefe inmediato que dispuso el reconocimiento oficial a los integrantes de la Liga. El pueblo bueno y sabio permaneció en silencio. El resto de la ciudadanía exigió el cese el funcionario.
PERSECUCIÓN POLICÍACA
A partir del 15 de marzo de 1973 los dirigentes e integrantes de la Liga 23 de Septiembre operaron con actos terroristas en 21 Estados de la República y en el entonces Distrito Federal. Nada los frenaba y la orden del presidente Luis Echeverría Álvarez, presionado por la iniciativa privada que había sufrido la muerte de dos de sus principales miembros, fue una persecución policíaca federal, estatal y municipal. La Dirección Federal de Seguridad, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Procuraduría General de la República y el Servicio Secreto trabajaron coordinadamente.
Se hicieron detenciones de un considerable número de jóvenes estudiantes, de campesinos, de obreros y de los simpatizantes del movimiento guerrillero. En esa época surgió la figura de la saltillense Rosario Ibarra de Piedra que encabezó a quienes como ella, habían perdido un hijo, un hermano, un padre. Doña Rosario nunca tuvo una respuesta oficial de lo sucedido a su hijo Jesús, quien, se dijo entonces, había participado en el frustrado secuestro de Garza Sada.
Los agentes federales, civiles y militares, integraron “La Brigada Blanca” y el “Grupo Jaguares”. Los policías partieron desde los primeros días, después de la muerte del fundador del Instituto Tecnológico de Monterrey y líder en la industria cervecera, en búsqueda de los miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Llegaron a una casa de la calle Fraternidad, Colonia Belisario Domínguez, en Guadalajara, el cuartel central de los guerrilleros. Recabaron información, siguieron pistas por la mayor parte de la República.
El comentario es una breve síntesis de uno de los movimientos terroristas que no se han vuelto a repetir, sin que haya brotes de grupos armados como oposición a los gobiernos. El de los chiapanecos que siguieron al “subcomandante” Marcos duraron “diez días en batalla” en enero de 1994 y siguen posesionados de unos municipios en la entidad que vio nacer a ilustres personajes de México como la literata y diplomática Rosario Castellanos, así como mis amigos y colegas Julio Serrano Castillejos y Roberto López Moreno, sin olvidar a don Armando Rojas Arévalo.
jherrerav@live.com.mx.