Por: Ricardo Monreal Avila
En días pasados, el presidente de la República concedió una entrevista al periódico La Jornada, publicación que ha seguido su trayectoria desde el comienzo en su natal Estado de Tabasco. (*1)
El encuentro con el equipo de este diario se dio en el contexto de los 21 meses de gobierno que cumple el titular del Ejecutivo al frente del Gobierno federal, y en el que, sin lugar a dudas, se observan cambios sustanciales en la manera de conducir la administración pública.
La base del apoyo del presidente López Obrador, a diferencia de lo que ocurrió en gobiernos anteriores, es meramente popular; su gobierno tiene una vena social. El porcentaje de aprobación de que goza entre la ciudadanía mexicana proviene precisamente de la cercanía que manifiesta con las mayorías.
La estrategia de comunicación política presidencial actual descansa en las llamadas “mañaneras”, las giras y los mensajes de fin de semana, lo cual, para el grueso de la ciudadanía representa un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, que hace posible contar con información oficial de primera mano acerca de los acontecimientos y las situaciones más apremiantes o de mayor relevancia en nuestro país.
Por otro lado, las mañaneras dan cuenta de los retos del gobierno, de sus avances, estancamientos y posibles retrocesos. En ese espacio, el presidente, como corresponde a un sistema democrático, ejerce su derecho de réplica ante los diferentes ataques o cuestionamientos.
La cercanía del titular del Ejecutivo con la ciudadanía es un sello que lo ha caracterizado como luchador social y como figura política a lo largo de su carrera, y precisamente esa particularidad permea todas las acciones de su gobierno y, gracias a ella, pudo llegar a la Presidencia de la República y lograr la mayoría en el Congreso de la Unión.
Los informes matutinos de Palacio Nacional se refuerzan con las giras y visitas que el presidente realiza de manera frecuente a distintas partes del país, con lo que el reconocimiento de su figura por parte de la población no se encuentra disociado del apoyo del que goza a 21 meses de haber iniciado su gestión.
El propósito de la 4T es sentar las bases para que se lleven a cabo una serie de cambios sólo parangonables con los producidos por los tres movimientos sociales más importantes en la historia del país: la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Estos cambios se sustentan en el manejo responsable de las finanzas públicas, en el ataque frontal a la corrupción, en los planes y programas de desarrollo, y en la acción pública profesional, que repercute directamente en la calidad de vida de las y los mexicanos.
En las administraciones de corte neoliberal, las metas y los objetivos apenas conducían a una visión minimalista de bienestar, centrada en el crecimiento del PIB, el cual se consideraba un logro mayúsculo entre las cúpulas políticas y económicas, soslayando la pauperización acelerada de la vida de más de la mitad de la población, pero no se evitaron las crisis, por el contrario, éstas fueron cada vez más profundas y recurrentes, y, por ello, las acciones del gobierno de la 4T están orientadas a lograr el establecimiento de un verdadero Estado de bienestar, con el combate a la corrupción como punta de lanza.
Asimismo, la crisis sanitaria y económica por la que atravesamos ha servido para aprender importantes lecciones; se ha apostado por la innovación y el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), y han avanzado los esquemas de gobierno digital o electrónico, incentivando la teleeducación, el comercio electrónico y el trabajo a distancia.
Del mismo modo, la distribución de recursos directos para las familias más necesitadas durante la crisis y la no contratación de una mayor deuda pública son quizá las decisiones más emblemáticas que marcan un parteaguas fundamental entre la era de la 4T y las precedentes.
Los programas sociales llegan a un 70 por ciento de las familias mexicanas, con lo que hay una garantía real de que la mayor parte de la población, de un modo u otro, está siendo beneficiada del manejo responsable de las finanzas públicas.
En virtud de la crisis económica derivada de la pandemia, hubo algunas presiones para que se contratara más deuda, sin embargo, la respuesta del Gobierno federal ha sido un rotundo ¡no!; en lugar de ello, la distribución de los recursos se ha realizado de manera democrática, propiciando el consumo y garantizando el dinamismo de la economía local, por lo que muchos sectores productivos no se han paralizado y, a pesar de la contingencia, han mostrado un buen desempeño.
En julio de 2018, millones de ciudadanas y ciudadanos optaron por una opción cercana al Estado de Bienestar, y para llegar a él, el presidente ha señalado:
“No descarto hacia adelante hacer un capítulo en la Constitución que establezca el Estado de Bienestar y que se trate en distintos artículos sobre los derechos sociales. Pero lo que se hizo fue que se reformó el artículo cuarto constitucional y ahí se estableció el derecho a la pensión, a la salud, a las becas para estudiantes pobres. También se reformó el tercero constitucional para dar marcha atrás a la llamada reforma educativa. Además, voy a enviar una Iniciativa de ley para pensiones, más con el propósito de reparar el daño causado por la reforma que impulsó las administradoras de fondos para el retiro (Afore), porque si no, los que van a empezar a jubilarse recibirían 30 por ciento, cuando mucho, de su sueldo. (La Jornada, 2020)
Priorizar el rescate y la inclusión de mayores derechos sociales en nuestra Carta Magna constituye, en sí mismo, un cambio sustancial dentro del Estado mexicano; lograrlo es el compromiso de la 4T. Quien se beneficiará directamente de tales cambios será la mayoría de la población, y no las cúpulas políticas y económicas, como sucedía en el pasado.
*1.- La Redacción. (2020). “AMLO, 21 meses en el mando contra viento y marea”. La Jornada. Recuperado el 8 de septiembre de 2020, de https://bit.ly/2R7dyur
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