“La suerte es el cruce de caminos donde la preparación se encuentra con la oportunidad”.
FRANÇOIS DE LA ROCHEFOUCAULD.
La selección de personas juzgadoras mediante insaculación o tómbola generó dudas sobre la seriedad y solidez de la reforma al Poder Judicial (sobre todo, entre quienes simpatizan con el derecho positivo o el racionalismo jurídico, que consideran a la meritocracia o carrera judicial como el principal y único motor de legitimidad de la noble profesión de ser jueza o juez).
“¿De qué sirve que me queme las pestañas, si al final mi carrera dependerá de un golpe de suerte, y no de los golpes del esfuerzo personal?”
Nada más alejado de la reforma judicial que esa visión. Esta modificación constitucional tiene una vertiente meritocrática y hasta aristocrática, en el sentido etimológico del término (aristocracia: “el gobierno de los mejores”), porque pide calificaciones y promedios académicos mínimos de 8 y 9 puntos, para poder desempeñarse como persona juzgadora. Es decir, hoy existe un referente medible, verificable y de conocimiento público, a diferencia de la situación anterior, cuando prevalecía la palanca familiar o la recomendación política.
La tómbola o insaculación será únicamente una etapa o un método de selección para evitar la discrecionalidad, el influyentismo o el dedazo en la selección de las y los nuevos juzgadores, pero cabe resaltar que no es el método único ni predominante para la designación de las y los Ministros, Magistrados o Jueces que integrarán el nuevo Poder Judicial mexicano.
Debe tomarse en cuenta que, tan sólo en el micrositio del Poder Ejecutivo, se realizaron aproximadamente 18,500 registros para participar en la elección de personas juzgadoras de 2025. Entonces, si para ocupar un mismo cargo judicial hay un número amplio, suficiente y holgado de aspirantes que reúnen los requisitos solicitados, que sea el neutro azar y no el falible y corruptible factor humano el que tome la decisión final.
Se trata de que, entre los aptos iguales o igualmente aptos, la selección final recaiga en un factor exógeno, distante de los intereses en juego y ajeno a las humanas filias y fobias en disputa.
En este tenor, el actual proceso de selección para designar a las y los nuevos Jueces, Magistrados o Ministros que integrarán el Poder Judicial de la Federación se diferencia diametralmente de los anteriores realizados para tales efectos, los cuales eran rígidos y se correspondían con una noción de representación política conservadora y, por ende, desfasada de la visión de democracia directa o participativa, que se encuentra en el fondo de la reciente reforma constitucional.
¿Es racional dejar al azar la decisión de conformar algo que requiere ciencia, técnica y lógica estructural, como la integración de un Poder Judicial imparcial, autónomo e independiente? La razón de ser del azar es eliminar del proceso de selección el factor corruptor de la discrecionalidad, el influyentismo y el corporativismo, y poner en su lugar el factor democratizante de la igualdad de oportunidades, la transparencia en la selección y la renovación estructural de uno de los Poderes públicos esenciales del país. El azar, en sí, no es irracional: posee un orden y una lógica que ha dado pauta, incluso, para desarrollar una rama de las ciencias matemáticas, que es la probabilidad y la estadística.
Así, queda de manifiesto que la utilización del azar en el proceso preliminar para la designación de Juezas y Jueces del Poder Judicial de la Federación en México podría ofrecer varias ventajas significativas.
Por un lado, se reduciría la posibilidad de darle juego en este proceso de selección a las influencias políticas; el método aleatorio minimizaría la intervención de intereses partidistas o personales en la designación de personas juzgadoras, disminuyendo con ello el riesgo de designaciones basadas en criterios distintos del mérito profesional.
Además, el azar puede dotar de mayor objetividad al proceso correspondiente, y su intervención podría eliminar sesgos subjetivos que tradicionalmente afectan los procesos de nombramiento judicial, garantizando una evaluación más imparcial. Sobre todo, en un contexto histórico marcado por el nepotismo, la falta de transparencia y la impunidad.
También vale considerar que un sistema de sorteo entre aspirantes que cumplan requisitos profesionales previamente establecidos permitiría una oportunidad más equitativa para todas las personas candidatas a Juezas y Jueces, sin dejar de mencionar que la aleatoriedad, a través del proceso de insaculación o tómbola, introduce un elemento de transparencia que podría incrementar la confianza ciudadana en el proceso de designación judicial.
Sin embargo, es crucial reconocer que este método preliminar azaroso no tendría la eficacia deseada, de no ser por el establecimiento de criterios rigurosos de elegibilidad previamente consignados en la convocatoria correspondiente, entre ellos, los requisitos sobre formación académica, experiencia profesional y comprobaciones respecto de la competencia, para asegurar que sólo las y los profesionales calificados estarán en el proceso de selección.
Además, se incluyeron en la convocatoria algunos requisitos que involucran al individuo y a la comunidad en que se desenvuelve, los cuales están relacionados con la probidad, buena reputación y honradez, que deben ser propios de cualquier aspirante que desee integrar el nuevo Poder Judicial mexicano.
¿Es democrático acudir al azar? Sí, porque azar y democracia no sólo son compatibles, sino complementarios. Los une una misma circunstancia: la igualdad. El azar no distingue sexo, raza, condición social, creencia religiosa o preferencia política. Para la Diosa Fortuna (así le llamaba la civilización romana a la buena suerte), todas las personas somos iguales; es decir, tenemos la misma posibilidad de alcanzarla, poseerla y disfrutarla. Para la democracia, en cambio, todas y todos debemos ser iguales, sin importar origen social, racial, nacional o de género.
Maquiavelo (padre de la ciencia política), en su obra “La Mandrágora”, establece implícitamente a la fortuna o la suerte como un objeto alcanzable para los diestros, avezados, valientes o esforzados. En otros términos, para los positivistas, racionales o hasta de ciencia.
Mientras que en el azar la igualdad es estado de naturaleza, en la democracia es causa de lucha económica, social y política. Pero de que azar y democracia son compatibles, lo son, gracias a la naturaleza común de la igualdad.
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