Por: Octavio Raziel
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La vida como es…
(San Lunes (Sin TV, cel, guas, imeil, feis. La mente en descanso).
A bordo del taxi que me llevaría del hotel donde me hospedé en Nueva York hasta el aeropuerto J. F. Kennedy, me entero por el televisor que llevan estos vehículos que Pippa Middleton se había casado con James Matthews.
El pronóstico del tiempo y la situación económica del mundo ocuparon un segundo término en el telediario. A la mente de cientos de millones de televidentes vino de inmediato la imagen de ese trasero que como volcán tahitiano emergía al agacharse Philippa (Pippa, el diminutivo) para alzar la cola del vestido de novia de su hermana Catalina.
Los norteamericanos, que aún creen que el señor Bush demolió las Torres Gemelas para salvar a Irak y Afganistán de los malosos, o que los latinoamericanos sólo producen bananas para “sus marquetas”, en esa ocasión, increíblemente, se preocupaban por las pompas de una hasta hace poco desconocida inglesa.
Una vez más, entre las mujeres de las sociedades emergentes renace la esperanza tele-novelesca de salir de la oscuridad para casarse con un príncipe azul. La novela de Jane Austen de principios del siglo XIX, “Orgullo y prejuicio”, trata de una madre, la señora Bennet, que procura casar a sus hijas con un hombre rico; la historia se repite con la familia Middleton. Carole, madre de Catalina y Felipa, fue un día azafata mientras que la señora Bennet (1813) esposa de un caballero en picada es la madre de Jane y Elizabeth, guapas y coquetas. En ambos casos, las chicas llegan al lugar y en el momento indicado para ascender.
Catalina ligó al príncipe Guillermo en un desfile de modas en la Universidad de Saint Andrews, Escocia, en la que participó como modelo, en tanto que Pippa, conocida sólo por su blog Party Times que ofrece recomendaciones sobre pasteles, disfraces y juegos para cumpleaños, salta al estrellato por unas pompas bien mostradas en el momento adecuado.
Los paparazzi disparaban a más no poder su cámara con la lente dirigida al famoso trasero de Pippa (comprobando que es naturalito) en tanto que “El Corte Inglés” británico rompía record de ventas del modelo Bum Shaping Boosters, unas pantaletas moldeadoras de traseros invisibles. La sociedad para la apreciación del culo de Pippa Middleton registró decenas de miles de visitas en Facebook.
De manera cíclica, algunos medios realizan encuestas para designar las que se consideran las mejores nalgas femeninas: Jennifer López, Kim Kardashian, Beyonce, Halle Berry, Rihana (cantante feíta, pero buenona) o las de la difunta Selena, representante del mundo TexMex ¡A lo bestia!
San Compadre, como parte de su filosofía del ocio le dio por hacer un catálogo mental de las formas de traseros que veía a su derredor. Los veía gordos, planos, flácidos, respingones, cuadrados, en forma de gota, etcétera. Los imaginaba con celulitis o con estrías. Ninguno de ellos le complacía.
He seguido la filosofía del Santo, y estado en la constante búsqueda del trasero, si no el perfecto si el que le llenara mi pupila, mi psique y mi libido. Hasta que llegó Pippa con el trasero ideal. Pequeño, torneado y bonito. Como en la novela “Orgullo y prejuicio”, ella ocupa hoy el lugar de Jane Bennet. No es la bella emperatriz, pero si la inglesa más deseada. Nunca perdí la esperanza de ligarla, estoy seguro que, mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de azul.
Dejé Nueva York releyendo durante el vuelo de cinco horas a México la novela de J. Austen, preguntándome si Jane Bennet, tendría el mismo deseado trasero que Felipa.