A partir de que las izquierdas en México decidieron participar en los procesos electorales, las plazas públicas se convirtieron en el espacio simbólico para medir el avance de las organizaciones.
Llenar el Zócalo de la Ciudad de México, la mayor plaza del país, era el objetivo supremo, el símbolo máximo de la movilización social.
Sin embargo, además de las manifestaciones de la izquierda mexicana, este espacio ha sido el escenario de otras tantas, así como de mítines importantes a lo largo de la historia nacional.
Uno de los ejemplos más notables se dio el 26 de octubre de 1968, cuando miles de estudiantes, trabajadores e intelectuales se reunieron en la Plaza de la Constitución para exigir reformas democráticas y el fin del autoritarismo gubernamental, a raíz de los sucesos del movimiento estudiantil y tras la violenta represión de la protesta del 2 de octubre.
Esto marcó la etapa más álgida de una serie de movimientos sociales suscitados a partir de la mitad del siglo XX.
Asimismo, el fraude electoral de 1988 fue otro gran detonante para abarrotar nuevamente la plaza pública más importante del país.
Las protestas masivas estallaron en todo México, tras las controvertidas elecciones presidenciales y las evidencias que hicieron patente que los comicios estuvieron amañados en favor del gobernante Partido Revolucionario Institucional.
El Zócalo se convirtió en un punto focal de tales manifestaciones, con cientos de miles de personas reunidas para exigir el recuento de votos y el respeto al proceso electoral y los principios democráticos.
Así, desde 1988, con las movilizaciones encabezadas por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, se conoce con precisión el aforo de un Zócalo lleno, un Zócalo rojo: de banqueta a banqueta, con los portales y avenidas llenos, así como la plancha central, con cuatro personas por metro cuadrado. Hablamos de 200 mil personas, aproximadamente; presumir una cifra superior es mera ilusión óptica, manipulación mediática o mente obnubilada por el éxtasis.
De aquellas jornadas cívicas de protesta nació en la izquierda la convicción de que no solo era importante llenar las plazas, sino también las urnas.
Así empezó el largo camino para desarrollar partidos con estructuras para la movilización, difusión y defensa del voto: las tres funciones fundamentales para MORENA y todos los partidos de la izquierda mexicana. Llenar las plazas y cuidar las urnas son prioridades mancomunadas.
Esa fue la lección de 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador compitió por primera vez por la Presidencia de la República, que le fue arteramente arrebatada.
“Hay que mostrar el músculo”, se decía simbólicamente. “¡No somos cinco, no somos cien; pinche gobierno, cuéntanos bien!”, era la consigna más coreada cuando el Zócalo se ocupaba, así fuera a medias, en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado.
Tiempo después, en 1994, en el contexto del levantamiento del EZLN en Chiapas y las conversaciones de paz para exigir el reconocimiento de los derechos indígenas y justicia social para los pueblos originarios, el Zócalo se convirtió en un lugar clave para materializar las manifestaciones de solidaridad y llevar por buen cauce las conversaciones de pacificación entre el Ejército Zapatista y el Gobierno federal.
También vale la pena mencionar las manifestaciones en apoyo de las familias de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, desaparecidos en 2014. Dichas atrocidades desataron la indignación de las y los mexicanos, así como una serie de protestas a nivel nacional. Una vez más, el Zócalo se llenó de manifestantes exigiendo justicia para los estudiantes y la rendición de cuentas por parte del Gobierno.
Quizá uno de los primeros llenos más emblemáticos registrados en el Zócalo, a convocatoria de AMLO, fue precisamente el que ocurrió a propósito del fraude electoral de 2006, cuando el candidato del oficialismo fue declarado ganador por un muy estrecho margen, en un escenario marcado por el embarazo de urnas, desequilibrio en medios, intervención estatal, guerra sucia y campañas negras.
Por ello, el estallamiento de grandes protestas no se hizo esperar, siendo el Zócalo una vez más un punto central de reunión.
El Lic. López Obrador y sus simpatizantes hicieron patente las diferentes dimensiones del fraude electoral y ocuparon el Zócalo durante varias semanas, exigiendo el famoso “voto por voto, casilla por casilla”.
Respecto de los llenos registrados en la Plaza Mayor, Andrés Manuel López Obrador es el único mexicano que ostenta unos llamativos récords históricos (entre los varios que se le pueden enumerar).
Es la persona que más veces ha llenado el Zócalo como dirigente social y al que más veces se lo han llenado sus opositores como autoridad política.
De diez Zócalos llenos hasta el tope en los últimos 19 años (exceptuando los espectáculos musicales), siete han sido a favor de AMLO y tres en contra.
Los Zócalos en contra fueron durante la marcha por la seguridad de 2004, cuando era jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal; los medios hablaron entonces de “un millón de personas vestidas de blanco”.
También la marcha de ciudadanas y ciudadanos vestidos de rosa, en febrero de 2023, coreando la consigna “¡el INE no se toca!” y, finalmente, la movilización del pasado domingo, exactamente un año después, con el lema de “¡la democracia no se toca!”, pero en realidad, para dar voz al hashtag infamante de “narcopresidente”, visto más de 170 millones de veces unos días antes.
¿Cuántas personas de las que dirigieron y marcharon el domingo pasado lo hicieron también hace un año? Creo que el 99 por ciento. ¿Cuántas de las que dirigieron y marcharon por el Zócalo hace 19 años lo hicieron ahora? Un 70 por ciento, probablemente. Es decir, el domingo 18 de febrero vimos una película con un guion y actuaciones remasterizados, en ese sitio donde nos hemos visto las caras y seguido los pasos por espacio de dos décadas.
Qué bueno que la derecha llene también el Zócalo, porque es de todas y todos.
Ya solo falta lo otro: llenar las urnas. Y aquí únicamente hay un camino, que es llegar al corazón y al alma del pueblo de México. Algo en lo que la derecha va dos dígitos atrás. Algo en lo que la derecha unida sí puede ser vencida, aunque se vista de rosa pastel.
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