Si es cierta la afirmación de que quien gana el Estado de México vence un año después en la elección presidencial, ya sabemos desde ahora quién lleva la delantera en esa contienda.
Esa creencia surge porque el Estado de México es la entidad más poblada y con más recursos presupuestales del país, y porque se piensa que el partido político que la gana coloca un pie en el estribo de la carrera presidencial.
Pero esto no es una ley de hierro ni una verdad absoluta: recordemos que el PAN obtuvo la Presidencia en el año 2000 y la conservó en el 2006, sin necesidad de ganar la gubernatura del Edomex ni la CDMX (considérese esto último con reservas, pues los sexenios del blanquiazul no fueron necesariamente una excepción, tomando en cuenta que el PRIAN es una realidad desde hace mucho tiempo).
La derrota electoral en el Edomex es un “golpe anímico” para el PRI y para la alianza opositora, porque habían apostado todas sus fuerzas y recursos a ganar la entidad.
Sin embargo, pudo más la libre participación ciudadana que la movilización dirigida y concentrada mediante las técnicas de compra de voto, coacción, intimidación y la gama de artilugios propia de las elecciones de Estado.
La gente venció al fraude.
Del otro lado de la moneda, a pesar del encomiable ejercicio de participación ciudadana, ésta alcanzó sólo el 50.1317 %; es decir, un total de 6’214,217 sufragios, de un universo de 12’395,763 votantes que contempla la Lista Nominal de las casillas con actas contabilizadas.
El abstencionismo se hizo presente una vez más y vale la pena analizar a profundidad sus causas.
Se corroboró que la llamada “operación del día D”, que manufacturó el PRI y después imitó el PAN en algunos Estados, vale un 10 % de la votación total.
Las encuestas que daban a MORENA una ventaja de dos dígitos todavía el día de la elección estaban en lo cierto. Sólo faltó descontarles el 10 % de la operación del legendario priismo mexiquense, inspirado en muchas de las lecciones del “profe Hank”: entre otras, que “en las elecciones, lo que se compra con dinero es barato”. Al final, la diferencia entre la candidata ganadora y su competidora fue de un 8 %.
No lucieron nada bien los dirigentes de la alianza “Va por México”, al responsabilizar al gobernador Del Mazo de la derrota, sobre todo “porque no se metió” o “estuvo alejado del proceso”.
Es decir, esperaban que el Ejecutivo estatal se comportara como delincuente electoral e incurriera en las prácticas fraudulentas que en otros momentos han denunciado.
La pérdida del Edomex pone en un proceso de difícil sobrevivencia al PRI. Desde el año 2000, el priismo se atrincheró allí y se pudo reorganizar a nivel nacional para recuperar la Presidencia en 2012, precisamente con un Gobernador salido de esa entidad y arropado por el Grupo Atlacomulco. Con sólo dos gubernaturas en su haber (Durango y Coahuila) y con prerrogativas federales disminuidas al mínimo, no se ve por dónde pudiera el tricolor rehacerse y relanzarse para ser lo que en muchas décadas fue: el partido gobernante de México.
En el caso de Coahuila, la victoria electoral es compartida entre los tres institutos políticos que conforman la alianza «Va por México», por lo que, en estricto sentido, el Partido tricolor tan sólo conserva, por sí mismo, el Estado de Durango.
Al otrora partido hegemónico pragmático le quedan 265 Municipios, que ganó individualmente, más 323 que gobierna en coalición con un partido o dos, es decir, 588 (el 24 % del total del país). Desde allí seguramente buscará su reposicionamiento, pero estos Municipios y las dos Gubernaturas que encabeza están muy lejos de la joya presupuestal que es el Edomex.
A diferencia del Estado de México, en Coahuila operó el otro PRI, el del viejo Oeste; el del norte bárbaro; el de la prepotencia caciquil, la insolencia y la rudeza; el que utiliza la fuerza pública para movilizar a operadores y electores de casa o también para levantar a simpatizantes y seguidores de la oposición. Es el PRI del carro completo, el que busca arrasar, apachurrar y exterminar. El del huevo de la serpiente.
MORENA pierde Coahuila porque se fracturó internamente, sí, pero también por la elección de Estado (o establo) que le aplicó el Gobierno saliente. Sin embargo, no hay mal que dure 100 años ni ciudadanía que lo aguante.
La participación ciudadana en la elección estatal de Coahuila fue superior a la del Estado de México, con un 56.3520 %. Es decir, acudieron a las urnas un total de 1’302,756 votantes, de un universo de 2’311,816 electores contemplados en la Lista Nominal de las casillas con actas contabilizadas.
Aún sin haber participado en las dos recientes elecciones, por la importancia de las entidades que gobierna y el correspondiente número de votantes, el partido MC desbancó al PRI como tercera fuerza electoral, y se acerca bastante a las cifras del PAN.
Además de la derrota del PRI, al perder el bastión político y la plaza electoral más importante del país, la incongruencia ideológica y pragmática del PRD le sigue cobrando factura, pues no pudo alcanzar el umbral de representación del 3 % en los comicios del Estado de México.
Caso contrario a lo ocurrido con el PT en Coahuila que, a pesar de su tardía reacción para sumarse a la coalición «Juntos Hacemos Historia», los resultados electorales le reportaron buenos dividendos políticos, ya que, por sí solo, alcanzó una cifra histórica de representación en la entidad (del 8.72 %).
Para 2024 estará en juego no sólo la renovación de los Poderes constituidos de carácter federal: la Presidencia de la República y las dos Cámaras del Congreso de la Unión, sino que también se renovarán ocho Gubernaturas y una Jefatura de Gobierno. Asimismo, se elegirán 16,279 Síndicos y Regidores en 30 entidades. En suma, las 32 entidades federativas tendrán elecciones locales.
Con el triunfo morenista en el Estado de México, este instituto político gobierna actualmente cuatro de las cinco plazas electorales más importantes del país: además de esta última, Ciudad de México, Veracruz y Puebla, que renovarán gubernaturas en 2024, y en donde las tendencias ubican a MORENA como el amplio favorito para retener el poder, lo que es un aliento para el Movimiento rumbo a la Presidencia de la República.
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