-Inoperante e incapaz el llamado Vocero Presidencial.
-La salud del Presidente, es de Seguridad Nacional.
-Juegan y engañan, carcajeándose del Pueblo
Ráfaga
(Felicidades, hoy, Día del Albañil, a los “Maistros” y a los “Media Cucharas”. También es Día de la Santa Cruz).
Rompo mi promesa de no abordar temas relacionados con los personajes de la administración sexenal del tabasqueño, mucho menos con él. Guardo respeto a la institución presidencial desde 1956, cuando como reportero suplente, del diario Zócalo, conocí de cerca al presidente Adolfo Ruiz Cortines, cuya presencia imponía un trato solemne.
Siempre he mantenido una posición muy personal. Exijo respeto para el Presidente de México. No importa quién sea ni de qué partido político haya salido. Es el Jefe de la Familia Mexicana integrada, actualmente, por más de 130 millones de mujeres y hombres.
El abogado Humberto López Hernández subió a redes sociales la siguiente afirmación: “Todo es especulación por la falta de seriedad y confiabilidad en la información del gobierno, del espécimen palaciego de la 4 deformación”. La negativa, la falsa y la confusa información del estado de salud del presidente, se sintetiza en esos conceptos.
Tiempo atrás nada se ocultaba. La información era fluida. Ah, los primeros boletines de prensa eran escritos en máquina mecánica y para las copias se utilizaba papel carbón. Original y doce copias, una para el archivo de Raulito Muñoz, joven tlaxcalteca, diligente y atento taquimecanógrafo presidencial.
OCULTAR LA VERDAD
Comento que mi decisión de retomar sucesos de la política que terminará el 30 de septiembre de 2024, obedece a la serie de mentiras oficiales en que hubo participación de personajes que demostraron incapacidad en el desempeño de sus funciones, falta de confianza del número uno para su Coordinador de Comunicación Social y la complicidad de quien gozó unos días ser “suplente” en el programa televisivo “la mañanera”, aseguró, en un mensaje electrónico, el licenciado Marcelino Loyez Benítez.
El secretario de Gobernación y Jesús Ramíez Cuevas dieron la pauta para retomar el tema relacionado con las graves consecuencias que ambos personajes, sin meditarlo, alteran la vida del País.
Cuando el Presidente de la República cae en una enfermedad, entramos al terreno de la seguridad nacional. Eso parece que los dos no lo entienden.
El Presidente de México y un grupo de sus colaboradores estaba en Mérida, Yucatán. Su agenda señalaba ir a supervisar las obras del Tren Maya. Domingo 23 de abril. El Jefe del Ejecutivo Federal sufrió un vaguido, un desmayo, una baja de presión. Recibió inmediata atención médica.
La gira de trabajo, suspendida. El tabasqueño etornó, en una ambulancia aérea de la Fuerza Aérea Mexicana, a la Ciudad de México. Más exámenes médicos. Aplicación de suero y el paciente a sus habitaciones de Palacio Nacional.
“Dio positivo. Tiene Covid, por tercera vez”, primer informe verbal, no oficial. Enseguida las versiones especulativas circularon por docenas en las redes sociales.
Para empezar, el llamado vocero presidencial, el señor Jesús Ramírez Cuevas, en Mérida negó lo sucedido. No tuvo empacho en decir: “Ni el Señor Presidente se desmayó, como tampoco se suspendió la visita a las obras del Tren Maya”. En las pantallas de televisión vimos al tabasqueño auxiliado para caminar, saliendo del hotel. Terminaba su gira de trabajo.
La responsabilidad de un funcionario de ese nivel, debe ser escrupulosamente cuidadosa. Sus palabras siempre son oficiales. Para evitar actos torpes como el sucedido en Mérida, el vocero debió consultar con su jefe, pues él sí sabe cómo se procede.
El licenciado Loyez Benítez escribió: “Se oculta la verdad, malo. Peor, se desinforma a la ciudadanía”. Comienzan las especulaciones. Por principio es sobre cuál es el estado de salud del Presidente de México, reitero que no es un ciudadano común y corriente. La seguridad nacional está de por medio.
La mañana del lunes siguiente, aumentaron la confusión y la duda. El tabasqueño autorizó a su paisano, amigo, compadre y hermano del alma, Adán Augusto, para que lo supliera en “la mañanera”.
No entiendo porque el Señor Secretario de Gobernación aceptó “la suplencia”, en una función por la que cobra, y muy bien pagado, Ramírez Cuevas. Eso demuestra la no confianza presidencial para su importante colaborador.
Don Adán Augusto se sintió en las nubes. Ese lunes 24 confirmó lo dicho por el vocero. El Presidente no se desmayó. El Presidente no fue trasladado de emergencia a la Capital del País. El Presidente solo sufría un tercer ataque de Covid.
Nadie acertaba. Transcurrieron las primeras 48 horas y no se difundía un parte médico oficial. ¿Le dio un preinfarto? Dicen que fue un microinfarto cerebral. Otros, “me aseguran que sufrió algo como hemiplejía”. Total no faltaba quien hasta lo daba en estado agónico. Especulaciones en todo el país. Este si era un tema de seguridad nacional, no las obras materiales de los faraónicos proyectos.
HOY, TODO ES CORRUPCIÓN
Los dedicados a reportar, comentar o analizar la información periodística, el diarismo mexicano, desde el primer día del sexenio están descalificados por el inquilino de Palacio Nacional. Por cierto ante el anuncio oficial de la desaparición de la Agencia Notimex, el presidente dijo que no hacía falya y “para eso tenemos la mañanera”.
“Hay política presidencial de desinformación”, escribió el referido abogado Loyez. También afirmó que hay una de franca y abierta guerra infundada contra los periodistas.
Todas las mañanas cámaras y micrófonos instalados, en lo que fue la Tesorería de la Federación, en Palacio Nacional, están a disposición del Presidente de México. Da respuestas a preguntas previamente entregadas a los reporteros contratados.
Es su acostumbre culpar a terceras personas, involucrar a quienes no están de acuerdo con el gobierno.
El inquilino de nuestra colonial sede del Poder Ejecutivo Federal, lo mismo la emprende contra periodistas citándolos por su nombre, afirmando que “(los periodistas) no quieren perder los privilegios que tenían”. Los clasifica de “conservadores, fifís, que están al servicio de intereses de grupos que están contra nosotros”.
Difama a los expresidentes, tira la piedra y esconde la mano. Jamás presenta pruebas de las acusaciones que hace.
Con mentiras sabe que atrae simpatías “del pueblo bueno y sabio”. Los presidentes que le antecedieron, en los últimos 30 años, fueron corruptos.
Nadie lo duda y se esperaba que hubiera acción judicial, empezando con aprehender a Enrique Peña Nieto.
A los legisladores que no están de su parte, los ha llamado “traidores de la Patria”. Desapareció la división de poderes, constitucionalmente establecida. Maneja a su antojo a los integrantes del Congreso de la Unión. Día con día se viola la Constitución Política.
Ha desaparecido a todas las instituciones educativas y órganos de gobierno que no puede controlar.
La orden de “ni el teléfono le contesten”, dada a sus colaboradores es parte de su odio hacia la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Tiene emprendida una campaña que incluye acciones de diversos grupos de los llamados chairos que se ubican a las puertas del edificio de la Suprema Corte. Desde su púlpito mañanero llamó “gran alcahuete” a la Suprema Corte de Justicia. Más atacará al aprobarse la inconstitucionalidad de sus leyes aprobadas sin cubrir el más mínimo requisito procesal.
Espero que no haya repetición de lo vivido. Nadie queda seguro de lo que padeció el tabasqueño. El simple COVID requiere de mínimo una semana encerrado en una habitación para no contaminar. El tabasqueño a las 72 horas estaba grabando un video para explicar su estado de salud. Se le vio fresco y rozagante. Como vimos después de su secuestro al PANista Fernández de Ceballos, ¿lo recuerdan?
No quiero creer, ni acepto, que hubo quien se carcajeó estruendosamente. Una auténtica burla, basada en el ocultamiento de la verdad.
jherrerav@live.com.mx