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Alfa-Omega
(Ataca fuerte la quinta ola de contagios. ¡Cuidense!).
Al visitar el Castillo de Chapultepec siempre vamos con la idea de que entraremos a un Museo de Historia de México. Lo más común que recordamos, es la defensa que hicieron unos jovencitos cadetes del Heroico Colegio Militar al enfrentarse a soldados norteamericanos invasores, en 1847. Poco sabemos del origen de esa edificación, su transformación y de los sucesos registrados a partir del Segundo Imperio Mexicano, al ser la residencia de Maximiliano y Carlota.

Este no será un relato cronológico, estará referido a sucesos que no son del dominio popular. En las monografías, por razones obvias, no se incluyó la relación de múltiples usos de las instalaciones que comenzaron a ser construidas en 1530, al decretar Carlos I, Rey de España, que el Bosque de Chapultepec era propiedad de la Ciudad de México y ordenó que se construyera un edificio en la parte alta del cerro para que fuera lugar de descanso y paseo de los virreyes, quienes podían practicar la caza de liebres y conejos.

Nadie imaginó que uno de los iconos de México fuera, en el recorrer de los siglos, cárcel, dos veces sede del Colegio Militar, residencia presidencial desde 1872 hasta 1934, así como el lugar donde nació el hijo de un presidente, en sus salones se sirvió un banquete de bodas, se instaló una capilla funeraria. El presidente Manuel Gómez Pedraza instaló el primer Observatorio y a iniciativa de Vicente Riva Palacio fue construido el torreón conocido como “Caballero Alto” y el edificio de simple Palacio de Chapultepec pasó a ser el Castillo de Chapultepec, sede de un museo desde los tiempos del presidente Lázaro Cárdenas del Río.

LLEGÓ LA CIGÜEÑA AL CASTILLO
Uno de los datos curiosos, poco conocidos en torno al Castillo de Chapultepec, es el del nacimiento de uno de los hijos del general sonorense Álvaro Obregón. La cigüeña llegó, el lunes 18 de diciembre de 1916. Era el primogénito del militar y de doña María Tapia Monteverde.

Álvaro fue el único mexicano que tuvo ese privilegio, pues su padre determinó residir en el Castillo de Chapultepec, sin ser Presidente de México. Venustiano Carranza lo había nombrado secretario de Guerra y Marina, lo que el de Huatabampo consideró suficiente para elegir el lugar donde establecer su hogar. Los seis hijos siguientes nacieron en otros diferentes sitios. Ellos fueron Mayo, Alba, Fernando, María Cenobia y Ariel.

Sin tener experiencia política ni antecedente de servidor público, dedicado a la agricultura, Obregón Tapia fue candidato del PRI, en sus días de gloria, para gobernador de Sonora. Los sonorenses lo apoyaron gracias a la fuerza política de su entrañable amigo Rodolfo Elías Calles, hijo del profesor Plutarco de iguales apellidos. Su opositor fue don Jacinto López Moreno, el líder agrarista más honesto que existió en el Siglo XX.

Álvaro como gobernador demostró desconocer la problemática del Estado y no dejó una buena imagen y lo calificaron de autoritario, duro, necio e incapaz. En 1960 cuando salió al balcón junto con su esposa, para recordar el Grito de Independencia, fue blanco de decenas de cáscaras de naranja que le arrojó la gente reunida en la plaza. Dicen que se oyó un grito de él: “¡Agáchate Fernanda!”. Su esposa se llamó Fernanda Luken Aguilar y tuvieron cuatro hijos: Álvaro, Antonio, Alfonso y Luis.

BODA, BANQUETE Y CAPILLA FÚNEBRE
Otro sonorense también disfrutó las instalaciones del Castillo de Chapultepec. El profesor rural, general revolucionario y Presidente de la República, Plutarco Elías Calles (Francisco Plutarco Elías Calles Campuzano, según acta de nacimiento) heredó la presidencia de su coterráneo Álvaro Obregón e instaló su domicilio particular donde desde 1872 habían vivido los presidentes Sebastián Lerdo de Tejada, Manuel Refugio González Flores y Porfirio Díaz. Los tres en el Siglo XIX.

Para la boda de Natalia Elías Calles Chacón, a sus 23 años de edad, con Carlos Herrera (no figuró en mi árbol genealógico), el sonorense dispuso todo para que después de las celebraciones por lo civil y por la iglesia, el banquete y el correspondiente baile tuvieran lugar en los salones de la parte alta del Castillo. Rumboso el festejo, relataron los cronistas sociales. Todo esto ocurrió en el año 1927, penúltimo del gobierno callista.

El 2 de junio de ese mismo 1927 falleció la primera esposa del que sería conocido como el Jefe del Maximato. Doña Natalia Chacón Amarillas, originaria de Mazatlán, Sinaloa, atea, conoció al sonorense en el puerto de Guaymas. Tuvieron nueve hijos, el primero fue Rodolfo, en 1900, cuatro años después llegó Natalia. Por cierto, Rodolfo nació el 29 de junio del año indicado y murió el mismo día y mes, de 1965.

La capilla para velar los restos de la mazatleca fue instalada en el Castillo de Chapultepec. Se recordó que fue la iniciadora, como Primera Dama, de instalar comedores para atender a los niños en la Ciudad de México. Se repartieron desayunos a los infantes. Los restos de la señora Elías Calles de Chacón fueron inhumados en una capilla familiar en el Panteón Civil de Dolores y ahí se colocó un monumento con la figura de la señora.

LO DESTRUYÓ UN POLVORÍN
La primera construcción del edificio, iniciada en el Siglo XVI, antes de iniciarse la etapa virreynal, como ya lo comenté, sirvió para paseos, descansos y la práctica de la cacería. Ocupaba un amplio espacio en la ladera del lado norte del cerro. En los años siguientes se hicieron modificaciones y todo se vino abajo en los finales de de los años del 1700. Estalló un polvorín ubicado en las cercanías de lo algún día fue conocido como “EL Palacio Imperial de Chapultepec.

De España llegó la noticia de que los restos de la construcción fuesen adaptados como cárcel. Esto duró corto tiempo. En |778 se empezó una nueva obra de ingeniería y arquitectura para crear el Palacio de Chapultepec. Los trabajos se iniciaron por órdenes de Matías Gálvez y Gallardo, la muerte lo sorprendió en esos días y sería su hijo el virrey Bernardo de Gálvez y Madrid quien continuará la reconstrucción, contratando a miles de mexicanos que estaban desempleados. El proyecto no fue terminado, por falta de fondos.

En la segunda ocasión en que se instaló el H. Colegio Militar en el Castillo fue en 1843, cuatro años más tarde fue el escenario de la defensa que hicieron los Niños Héroes. La historia oficial borró para siempre a un cadete de escasos 16 años y que salvó la vida a muchos de sus compañeros y resultó gravemente herido; durante seis estuvo hospitalizado en calidad de detenido por las fuerzas invasoras. Se llamó Miguel Miramón, general a los 26 años de edad y en su siguiente cumpleaños ya era Presidente de México, el más joven de toda la historia.
jherrerav@live.com.mx