La lucha de las mujeres por el reconocimiento, respeto y pleno ejercicio de sus derechos ha sido una constante a partir del advenimiento de la modernidad.
“El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”; palabras de Simone de Beauvoir —reconocida teórica del feminismo durante el siglo pasado— que reflejan la realidad de hoy en día, ya que se pueden observar momentos cruciales en la lucha de las mujeres por derruir las viejas estructuras machistas que, aun en los países más avanzados, continúan reproduciéndose.
El 8 de marzo fue proclamado como Día Internacional de la Mujer, por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, hasta ahora, se mantiene como una fecha importante para los movimientos feministas locales e internacionales. Esta efeméride de ninguna manera es una celebración, constituye un recordatorio inequívoco de que todavía existen grandes deudas históricas que no han sido saldadas con las mujeres.
La lucha de las mujeres por la defensa de sus derechos se remonta a mucho tiempo atrás; traigamos aquí, como ejemplo de ello, a la ilustrada francesa Olympe de Gouges, quien efectuó una adaptación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, redactando la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana.
Recordemos también a la ola feminista que inició para eliminar las limitaciones que en el ámbito político (por principio, el derecho a votar) padecían las mujeres, pero que no se detuvo sólo en ello. Se remonta a mediados del siglo XIX (1848) en Estados Unidos, con Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott a la cabeza.
La Convención de Seneca Falls, Nueva York, marcó el principio de una larga lucha en el vecino país del norte por algo más que los derechos políticos; las propuestas de Stanton-Mott se extendieron hacia la conquista de los derechos parentales y de custodia; de propiedad; mejora de salarios y seguridad social; derecho al divorcio, al control de natalidad y por la salud de la familia.
Entre 1907 y 1910, en el Viejo Continente tuvieron lugar la primera y la segunda ediciones de la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. En el encuentro inicial, se nombró a Clara Zetkin como secretaria internacional de la mujer. Zetkin veía la lucha por la igualdad laboral como una necesidad fundamental en oposición a la evidente explotación que el sistema capitalista ejercía sobre las mujeres, y afirmó: “Lo que hizo el trabajo de la mujer especialmente atractivo para los capitalistas no sólo era su precio más bajo, sino también la mayor sumisión de la mujer”.
Por su parte, Emmeline Pankhurst fue pionera de la organización política de las mujeres británicas a principios del siglo pasado. En 1903, su activismo político la llevó a fundar la Women’s Social and Political Union (Unión Social y Política de las Mujeres), una organización que estuvo ligada al Partido Laborista. Pankhurst escribió en 1914 su libro Mi propia historia, en el que afirmó: “Estamos aquí no porque seamos transgresoras de la ley; nos encontramos aquí con nuestros esfuerzos para convertirnos en hacedoras de leyes”.
Después de décadas de presión política, en 1918, las mujeres del Reino Unido obtuvieron el reconocimiento de su derecho al voto. En Estados Unidos, esa conquista se daría dos años después.
En México, la lucha de las mujeres por conquistar el reconocimiento de sus derechos más elementales también se remonta hacia finales del siglo XIX y principios del XX.
En Yucatán, México, en mayo de 1870, la maestra y poeta Rita Cetina Gutiérrez creó en Mérida una sociedad literaria que se encargó de editar la primera revista escrita sólo por mujeres en nuestro país, denominada La Siempreviva. Cetina, junto a sus compañeras Gertrudis Tenorio y Cristina Farfán Manzanilla, veían en la educación de las niñas la llave para su emancipación.
En sus poemas, la maestra Rita invitaba a la acción política femenina y así lo atestiguan los últimos versos de su poema “A nuestro sexo”:
Sacudid la inacción, alzad la frente,
Levantad con orgullo la cabeza,
Y podremos decir con entereza
Que alcanza cuanto quiere la mujer.
Por ello, a Yucatán y a la actividad intelectual y social de Rita Cetina y de sus compañeras se les considera la cuna del feminismo en México.
La obra editorial de La Siempreviva tuvo gran influencia en mujeres como Elvia Carrillo Puerto, pero también cabe mencionar a Hermila Galindo y a Esther Chapa; su lucha se vio coronada y uno de sus principales propósitos cumplimentados vino en 1947, fecha en que se reconocieron de manera constitucional y legal los derechos políticos de las mujeres en nuestro país.
Esa conquista histórica le permitió a Aurora Jiménez de Palacios ser la primera diputada federal electa en México en el año de 1954. Al tomar posesión de su cargo señaló: “Comparto desde luego esta distinción memorable con todas las mujeres de mi patria y con ellas también comparto la gran responsabilidad que pesa sobre nuestra conducta, al haber otorgado la plenitud de los derechos políticos”.
No obstante, en pleno siglo XXI, en algunas regiones del país las niñas o jóvenes aún son vendidas por sus propios padres y son casadas sin su consentimiento; 4,267 mujeres desaparecieron en territorio nacional de diciembre de 2018 a marzo de 2021, de acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas; asimismo, en el primer trimestre de 2021, el INEGI publicó que en México eran asesinadas en promedio 10 mujeres cada día.
Debido a esto, es importante que la efeméride del 8 de marzo no sea sólo un día para conmemorar, sin más, a las mujeres; no debe dejarse de lado la necesaria labor de concientización y reflexión en torno a sus demandas y sus luchas históricas, reconociendo que aún existen retos y pendientes para lograr la igualdad y la equidad, así como garantizar el pleno ejercicio de sus libertades y derechos.
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