De acuerdo con investigaciones, el consumo de aguacate en lo que hoy es territorio mexicano se remonta al año 10,000 antes de Cristo.
Inscripciones encontradas al interior de cavernas cercanas al municipio de Coxcatlán, en el actual estado de Puebla, sugieren que la domesticación del fruto se realizó en el centro y el este mesoamericanos, pero también en algunas regiones de lo que hoy es Guatemala.
Ahora sabemos que el aguacate fue ofrecido como tributo a las autoridades de la civilización mexica por parte del pueblo de Ahuacatlán, nombre que, de acuerdo con el Códice Mendocino, significa “el lugar donde abunda el aguacate”.
Durante la época colonial, este fruto se exportó e introdujo a diversas regiones de los continentes americano y europeo. En primera instancia, las especies mexicana y antillana eran las más comunes; sin embargo, mediante la técnica de injerto, aparecieron otras variedades, como Fuerte, Hass, Bacon, Ricón, Zutano y Criollo.
En el año 1963, de acuerdo con el investigador Hugo Torres, comenzaron a desarrollarse en México los primeros viveros de actividad comercial que produjeron la variedad Hass, la cual fue certificada por núcleos productores de Santa Paula, California.
Actualmente, la producción y comercialización del “oro verde” es una industria que da dividendos por aproximadamente 2 mil millones de dólares, exclusivamente por el producto de exportación.
En Michoacán, entidad que tuve la oportunidad de visitar hace algunas semanas, la producción para exportar ronda el millón de toneladas por temporada, y en ella se ven envueltos aproximadamente 30,000 productores, cuya actividad genera empleos directos para unas 78,000 personas, e indirectos para otras 300,000.
La rentabilidad de este negocio ha provocado la irrupción del crimen organizado en la región y, de acuerdo con información difundida en medios de comunicación, así como en reportes oficiales, se sabe que grupos delincuenciales tienen el control de zonas geográficas dedicadas a la producción de aguacate.
Recientemente, agentes del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, que se encargan de certificar el producto para su ingreso hacia la Unión Americana, fueron amenazados por integrantes de la delincuencia organizada. Debido a ello, se había establecido un veto, el cual ya fue levantado, gracias a la colaboración entre autoridades mexicanas y estadounidenses. Sin embargo, existen situaciones latentes que aún pueden poner en riesgo a la industria aguacatera.
Procurar los elementos indispensables para el desarrollo de esta importante industria nacional y atender los serios problemas que ahora la aquejan es responsabilidad del Estado mexicano; en este tenor, las acciones por emprender se pueden englobar en tres rubros:
El primero, la seguridad. En el caso particular de Michoacán, como se mencionó, los recursos financieros que se obtienen de la floreciente industria aguacatera han llamado la atención del crimen organizado; de continuar la situación actual, en la que amplios territorios de su producción se encuentran bajo el control de la delincuencia, se comprometerá el funcionamiento de los protocolos de seguridad pendientes de instrumentar.
La consecuencia inmediata, si no se atiende el problema actual, sería que la puerta de entrada al principal mercado consumidor de aguacate mexicano, que es Estados Unidos, se cerraría de manera abrupta, trayendo consigo catastróficas consecuencias económicas.
El segundo, medio ambiente. La producción intensa y descontrolada de este fruto ha generado consecuencias ambientales indeseables; la grave deforestación es un hecho y en Michoacán las autoridades locales no han podido establecer los controles adecuados. Tanto éstas como las federales deben poner especial atención en ello, de lo contrario, se podrían producir daños ecológicos que a la larga resultarían irreversibles.
El tercero, el impacto social. La gran cantidad de dividendos que se generan en la industria aguacatera nos compele a establecer diversas mejoras en las condiciones de vida de quienes laboran en la masiva producción de este fruto.
Un ejemplo de los esfuerzos institucionales que se están dando en este sentido y que muestra señales positivas a quienes trabajan en esa industria fue la reunión entre la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México y el Instituto Mexicano del Seguro Social, celebrada hace poco tiempo, en la que se abordó la necesidad de dotar de seguridad social a todas las personas que laboran en el sector.
Para garantizar el pleno funcionamiento de la industria aguacatera se deben atender las problemáticas que la aquejan en las tres dimensiones básicas, por tanto, además de ocuparse por combatir la inseguridad y la presencia de la delincuencia organizada que la amenazan, también se tienen que adecuar los contextos jurídicos, medioambientales y sociales que se prefiguran en los tratados internacionales y en el marco internacional de los derechos humanos.
La supervivencia y prosperidad de esta gran industria del sector primario de la economía mexicana depende de su capacidad de sortear la inseguridad, así como de ajustarse a los estándares de un mercado competitivo y a las regulaciones locales e internacionales, de lo contrario, se puede poner en grave riesgo su sostenimiento y desarrollo.
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