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No se esperaba mucho de la justicia en Veracruz, pues pasa por un mal momento. Así ha ocurrido en otros casos, en los cuales el Poder Judicial federal ha debido revertir los fallos indebidos, injustos y por consigna realizados localmente. 

La manera en que han actuado sus instituciones nos obliga, al menos, a reflexionar sobre el papel, el objetivo y la importancia que éstas tienen dentro de un Estado para garantizar el orden y la correcta convivencia de las sociedades. 

Existe una discusión antológica en la ciencia política, versiones encontradas con distintos puntos de vista que buscan explicar la naturaleza humana. En un extremo se encuentran quienes piensan que el ser humano es bueno por naturaleza y las instituciones lo pervierten. En el otro están quienes consideran que la maldad es intrínseca al comportamiento humano, que las leyes, las instituciones y los gobiernos sirven precisamente para mantener a raya a estos instintos. 

En el centro de la discusión entre ambas visiones se encuentra el papel fundamental de los Estados y los Poderes que lo integran: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La concepción del trabajo autónomo de cada una de estas instancias fue diseñada para evitar que el poder se depositara en una sola persona que pudiera cometer abusos sin límites y, al mismo tiempo, para ordenar la convivencia social de las personas y así librarnos de la barbarie, de la violencia, de descubrir a través de la experiencia si somos buenos o malos por naturaleza.

El paso de los años ha demostrado que esta noble concepción del surgimiento de las instituciones no sigue una línea recta. 

La ambición de quienes obtienen el poder y de aquellas personas que una vez teniéndolo olvidan que su uso es exclusivamente para servir al pueblo ha hecho que se presenten distorsiones, y así las instituciones, lejos de proteger a las sociedades, se vuelven vulnerables frente al riesgo de ser arrolladas bajo la fuerza incalculable de un Estado que no conoce límites.

Esa vulnerabilidad de mujeres y hombres ante el poder ha dado lugar a las dictaduras más violentas que hemos presenciado, pero también a abusos institucionales que se esconden bajo la bandera de la democracia. Ejemplos de estos casos sobran en México. Ahí están para la posteridad la represión estudiantil de 1968 y las detenciones arbitrarias realizadas durante la Guerra Sucia. 

Por eso debemos preguntarnos, ¿en dónde se perdió el propósito?

Desde su concepción y nacimiento, MORENA se convirtió en heredero indiscutible de una larga tradición de lucha social que busca frenar los abusos del pasado, de reconstruir las instituciones para que recuperen el rumbo y el propósito para los que fueron concebidas. Debido a esto, quienes pertenecemos al Movimiento no podemos claudicar en la tarea de edificar aquellas que la sociedad necesita. 

Por tales razones no debe haber medias tintas en la lucha actual por respetar y promover el Estado de derecho, así como por consolidar la democratización efectiva de todo el sistema político mexicano, tanto al interior de las instituciones como en la organización interna de los partidos o asociaciones de carácter político. 

La situación que se presentó en el Estado de Veracruz en vísperas de Nochebuena es un claro ejemplo de lo anterior; no se trata de asumir posturas retrógradas que busquen inclinarse a los extremos, sino de revisar objetivamente los argumentos, con el propósito de que el Estado de Derecho se respete en todo el país y que la presunción de inocencia sea una realidad en todos los procesos jurídico-penales.

Desmond Tutu, compañero de lucha de Nelson Mandela en contra del racismo, fallecido en días anteriores, legó una frase con gran carga ideológica y simbólica que recientemente recordó el presidente AMLO: “Si eres neutral en casos de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Es decir, la neutralidad deviene de la apatía, el temor o la indiferencia ante un hecho en el que se vulneren los derechos y la integridad de una persona.

MORENA surgió como un Movimiento auténticamente popular que abanderó una serie de reclamos sociales en torno a las viejas prácticas que tuvieron lugar durante mucho tiempo al interior de prácticamente todas las instituciones del Estado; sobra traer a cuenta la cantidad de violaciones a los derechos humanos que se perpetraron al amparo de una legalidad al servicio de quienes detentaron el poder.

Como expresara el escritor británico John Ruskin: “Haz justicia con alguien y acabarás por amarlo. Pero si eres injusto, acabarás por odiarlo”. No dejemos que la injusticia genere discordia. 

Mi total solidaridad con las personas que me han compartido las historias de persecución, humillación e injusticia que han padecido por parte de quienes debían protegerlas. También con José Manuel del Río Virgen y su familia. Estoy seguro de que lograremos su liberación, así como la de muchos otros seres humanos que sin motivo alguno están privados de su libertad, pero será en los términos de la razón y el derecho que les asiste, no por su filiación política, religión u otra situación o condición.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA