México ha tenido siempre una ubicación geopolítica muy importante, pero la coyuntura actual la dota de peculiaridades significativas: nuestra frontera norte es la más transitada del planeta, lo que se puede explicar debido a que precisamente en esa dirección se ubica la potencia económica de mayor relevancia mundial.
La bonanza que en aquel país se experimentó en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y por lo menos hasta mediados de la década de los ochenta del siglo pasado lo convirtieron en un polo de atracción para quienes buscaban mejores condiciones de vida, tanto connacionales como de personas del exterior.
La condición de pauperización de la vida cotidiana de miles de personas las ha obligado a salir de sus países de origen, para ir en busca del “sueño americano”; algunas logran establecerse en Estados Unidos de manera transitoria, para trabajar enviar dinero a sus familias y posteriormente regresar. Otras más deciden no volver y, al contrario, procuran llevar consigo a sus familiares, incrustándose en el seno de la economía de la Unión Americana.
Resulta interesante que la frontera sur de nuestro país, la cual históricamente ha sido una puerta de entrada para miles de personas que pretenden arribar a Estados Unidos, en los últimos años ha registrado un flujo más nutrido de migrantes, convirtiéndose en punto de encuentro para quienes, por causas ajenas a su voluntad (como violencia, hambre, desempleo) deben abandonar sus naciones.
Estados Unidos se conformó por la llegada de grandes grupos u oleadas migratorias procedentes de todo el mundo que se han establecido, ininterrumpidamente, en su territorio durante las últimas dos centurias.
El flujo constante de personas convirtió a la migración en un problema sociopolítico que ha sido abordado de diversas maneras por los gobiernos del vecino del norte de los últimos años, sin haber encontrado una salida satisfactoria, y que incluso dio pie a diversas tensiones diplomáticas con México.
El Gobierno Republicano que antecedió al actual en los Estados Unidos, por ejemplo, se caracterizó por la dureza de sus políticas económicas y su discurso anti migratorio, con el que pretendió ejercer una presión sobre el Estado mexicano para detener el flujo de personas con dirección a la frontera norte; sin embargo, en octubre de 2018 partió de Honduras la primera caravana migrante multitudinaria hacia la Unión Americana, lo cual causó una tensión diplomática con nuestro país.
En ese contexto nació uno de los programas pensados por los Estados Unidos para contener la migración y obligar a nuestro país a asumir la totalidad de las responsabilidades en torno al fenómeno que se estaba presentando. El Protocolo de Protección al Migrante, conocido como “Quédate en México”, obligó a miles de personas a permanecer varadas en suelo mexicano y esperar a que sus solicitudes de asilo fueran contestadas por el país vecino.
“Quédate en México” demostró ser un programa ejercido para intentar detener el flujo migratorio, el cual no se resolvió, sino que agravó las de por sí deplorables condiciones que suelen enfrentar quienes se dirigen a Estados Unidos en busca de un mejor futuro.
Sin hogar, en medio de la pobreza y en condiciones marginales e insalubres, se documentaron diversos tipos de violaciones a los derechos de las personas migrantes y la ausencia de medidas para garantizar su protección.
Con la llegada del representante del Partido Demócrata a la Casa Blanca, el Protocolo de Protección al Migrante fue suspendido; sin embargo, el pasado 2 de diciembre la Secretaría de Relaciones Exteriores de México informó que se volvería a implementar, por la orden de un juez federal estadounidense, lo cual implica retos muy importantes en la materia para nuestro país.
El primero y quizá más importante, es que el Gobierno mexicano deberá hospedar a todas las personas en tanto esperan recibir respuesta sobre su solicitud de asilo en Estados Unidos. De acuerdo con datos de ese país, tal situación efectivamente incidió en una importante reducción del flujo migratorio, pero ello se logró a un costo humanitario muy alto.
En los círculos de analistas de política y de la academia existe una profunda preocupación por la reimplementación del programa estrella antiinmigrantes que abanderó la pasada administración de la Casa Blanca.
Por supuesto que tales inquietudes devienen de la infortunada experiencia anterior; sin embargo, habrá que esperar la dirección u orientación que el actual Gobierno estadounidense dé al programa y la colaboración que, con sentido humanitario y pro derechos humanos, establezcan ambos países.
En el acuerdo, el Gobierno de Estados Unidos se comprometió a destinar una mayor cantidad de recursos para la implementación de albergues, para la protección de grupos vulnerables y para la aplicación de medidas en contra de la COVID-19, pues el contexto de la pandemia complica aún más el escenario para las personas migrantes, por lo que no se deben escatimar los esfuerzos para la protección de su salud.
México, como país anfitrión, tiene la responsabilidad de ser hospitalario y garantizar en todo momento la integridad de las personas que esperan que el Gobierno estadounidense resuelva sobre su petición de acogida. De la misma manera, nuestra nación debe conocer los pormenores del programa y mantener un canal de comunicación abierto y expedito con las autoridades del vecino del norte.
En el Senado de la República convocaremos a las autoridades correspondientes para que expongan la información completa y detallada respecto de las decisiones en la materia adoptadas por el Gobierno estadounidense, así como los alcances y consecuencias que ello traerá para las personas migrantes y para la población nacional que reside en las ciudades fronterizas del lado mexicano.
En términos del Artículo Primero de nuestra Carta Magna, es responsabilidad de las autoridades del Estado mexicano velar por el reconocimiento, la protección y garantía de los derechos humanos de todas las personas.
Esto se debe llevar a cabo en total armonía con la obligación estatal de ejercer las acciones necesarias para garantizar la plena seguridad de las y los connacionales, por lo que las implicaciones de las crecientes oleadas migratorias deben obedecer a un protocolo o a un programa totalmente consensuado entre las instancias involucradas.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA