Que conste….son reflexiones!…
Mientras a Miguel “el piojo” Herrera los ratas de Coyoacán entraron a su casa y se llevaron hasta sus lentes, el presidente ponía la canción en la mañanera: “los caminos de la vida”.
Sin duda algunos hablan de la resistencia de 500 años en contra de la colonización y explotación a los pueblos originarios y en verdad que solamente nos hablan desde los escritorios y no de sus experiencias en esas zonas.
Algunos venimos de esas regiones donde los mestizos conviven con los grupos indígenas y eso de convivir, es una forma de decirlo, porque como que se “hablan dos lenguajes diferentes que no se entienden ni a señas” y solo existen relaciones especiales entre algunos y los otros, pero tanto unos como los otros, saben que los grupos originarios siempre están a la defensiva porque los mestizos les roban sus tierras o sus productos y les ponen la “pata en el pescuezo” y no hay forma de resolver esos conflictos hasta que estallan y se ven las matanzas como se vieron hace algunos años en la huasteca de Hidalgo donde los mestizos encabezaron la matanza en contra de los indígenas y han quedado en la impunidad.
Lo mismo sucede en Chiapas, Puebla, Estado de México, en la misma Capital del país, en Veracruz, etc. y ahí se encuentran organismos sociales y gubernamentales como el Instituto Nacional Indigenista que trata de conciliar pero no cuenta, ni con recursos financieros, ni legales que les permitan intervenir de buena forma para solucionar los problemas y definir las garantías de la propiedad y las buenas relaciones entre unos y otros.
En la casa de la abuela Rosalía, en Tianguistenco, Hidalgo por algunas razones llegaban los miércoles muy temprano muchos indígenas de diferentes grupos y pueblos y ella les permitía dejar sus mercancías y descansar en los patios de la casa. Con respeto y afecto ellos le decían: “Mamá Rosa” en agradecimiento, le daban algunos productos que ellos comercializaban, pero esto no se veía mucho en todo el pueblo que los días jueves tenía que poner el mercado semanal y me impactó mucho un día el escuchar, en una de las tiendas cercanas a la casa de la abuela, que los dueños, gente ricachona, decía: “pues no seremos nosotros los que dejemos a los indios pata rajada que vengan y se queden en los portales para que apesten todo, como en la casa de doña Rosalía” y es ahí cuando me di cuenta del desprecio existente y de la división de los grupos y la forma del trato que en vez de ayudar a conciliar a los grupos los dividía y los confrontaba.
Mi padre Homero era maestro en un pueblo que se llama Santa Mónica y ahí, por especiales razones, se dieron algunas cosas como que los grupos se preocuparon mucho por trabajar en equipo y en tequios y en preparar y capacitar a sus gentes con la educación y los que salieron a trabajar al extranjero o a otras partes siempre se solidarizaron con su gente y enviaban apoyos a las familias y a las obras que ellos emprendían en electrificación, educación, agua y otras obras, por ello, cuando mi padre nos comentaba la forma en que llegaba con todo el cariño de ellos y su acción se mostraba en el respeto y sobre todo en el apoyo a sus acciones en la “casa del maestro y en la parcela escolar” que fueran elementos reales para mantener una buena relación y mostrar los cambios que se podían hacer , y así, hasta su muerte, se reflejaba esa buena relación, y mi hija Tania en su tesis doctoral hace el estudio de Santa Mónica y explica ampliamente esa fortaleza de su gente por salir adelante y tener garantías para una mejor forma y calidad de vida.
A pesar de mis años y experiencia sigo con ese amor y admiración a los grupos indígenas y creo que tenemos, queramos o no reconocerlo, una enorme deuda porque ellos fueron los que sostuvieron las raíces y las tradiciones que tenemos que conocer y cuidar porque serán motivo para que desde ahí tengamos bases para la reforma cultural que se debe emprender en el país,
México, son muchos Méxicos, como diría Reyes Heroles, y tendremos que tener claro que existen zonas dominadas por la conquista y con resentimientos ancestrales y zonas de colonización que fueron ocupadas por gente que logró tener las facilidades para llegar a zonas donde no tenían que disputarles a los indígenas sus tierra sino de imponer su trabajo y desarrollo como se da en muchos estados del Norte de México, pero todavía tenemos los conflictos y resentimientos entre grupos, en Sonora y Chihuahua donde la violencia se manifiesta y se siguen dando las confrontaciones porque no tenemos ni idea de cómo tratar a los unos y otros para encontrar lenguajes que en vez de no entenderse se llegaran a identificar para solucionar los viejos problemas y dejar los resentimientos a un lado y no cargar los odios de cientos de años.
Los tiempos y las circunstancias así fueron y al interpretarlos correctamente podríamos encontrar caminos de la vida para que nos llevaran a los buenos tiempos y las buenas relaciones como hermanos y no como enemigos en un mismo territorio.
Para cambiar la realidad es preciso conocerla y reconocerla, por ello es vital que se haga una evaluación por zonas y grupos en todos los Estados para entender qué y cómo se manifiestan esos grupos con sus raíces y tradiciones y qué es lo que requieren para mantener la paz y las buenas relaciones, y en su caso que los que conviven con ellos, los mestizos, entiendan lo que son y cómo todos debemos poner nuestros esfuerzos para convivir en paz y no en un estado permanente de odios y resentimientos que no nos dejan encontrar la paz ni los buenos caminos de la vida y seguimos buscando a la pentonto en vez de sentarnos entendiendo que lo que nos permite avanzar es la paz social y las buenas relaciones entre unos y otros con solidaridad y una forma correcta de interpretar el mundo y la vida del nuevo México que nos urge mantener y fortalecer para avanzar.