Compartir

El espionaje es una práctica que ha estado presente en todas las formas de organización humana. 

Se trata de un método que tradicionalmente ha sido utilizado por los grupos que detentan el poder, para determinar y prever las acciones de quienes, de manera individual o colectiva, se identifican como oposición, disidencia o contrarios al régimen. 

En la historia reciente de la humanidad, se sabe de la existencia de agencias especializadas en esta actividad (en la mayoría de los casos, ilegal), por ejemplo, la Gestapo en la Alemania nazi; la KGB en la extinta Unión Soviética; el MI5 británico; el Mossad israelí o la CIA estadounidense, cada uno de ellos abocados a desarrollar diversas labores de inteligencia, cuyo propósito principal es garantizar la seguridad de sus territorios ante amenazas internas o externas. 

Los servicios de inteligencia encargados de la actividad del espionaje no se limitan únicamente a indagar en la privacidad de potenciales amenazas internas, también se han utilizado en los conflictos bélicos de nuestra era, para determinar de una u otra forma los movimientos del enemigo, como si de un juego de ajedrez se tratara; adelantarse a los acontecimientos significaba mayores oportunidades de ganar la guerra, y para ello había que recurrir a la intervención de todo tipo de comunicaciones.

El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial significó un importante parteaguas, debido a la nutrida incorporación en la actividad bélica de la más novedosa tecnología en telecomunicaciones; por otro lado, además del desarrollo de armas de destrucción masiva, como la bomba atómica, también se abrieron la exploración y la experimentación dentro del campo de las ciencias computacionales. 

El matemático británico Alan Turing diseñó la máquina Bombe, para descifrar los mensajes de la milicia alemana encriptados por medio de Enigma, otra máquina: el objetivo era proporcionar información a la inteligencia británica y a los aliados acerca de los movimientos estratégicos ordenados por el alto mando alemán en suelo europeo, en aras de tomar ciertas ventajas.

De acuerdo con analistas, el trabajo de Turing permitió acortar el conflicto bélico entre dos y cuatro años. A él se le considera en la actualidad como una de las personas precursoras de la ciencia computacional y de la informática moderna.

Desde entonces, la actividad del espionaje se ha desarrollado a la par de las herramientas tecnológicas. A especialistas, organizaciones civiles, integrantes de los ámbitos académico y político, entre otros, les preocupa la masificación en la implementación de este tipo de tecnologías; el uso de internet, por ejemplo, se ha extendido a prácticamente todas las esferas de la vida humana. 

El problema es que la protección de los datos de las personas no es ni remotamente confiable y ello deja expuesta la información sensible, como la bancaria, la de carácter médico o la relacionada con aspectos estrictamente íntimos o personales. 

Tan incierta es la seguridad en la red, que existen compañías privadas especializadas en recolectar este tipo de datos para después venderlos como insumo a otras empresas, con el objetivo de desarrollar perfiles de consumo; recuérdese el escándalo de Cambridge Analytica y Facebook al respecto. 

Ha quedado patente que cualquiera puede acceder a información sensible o datos personales para utilizarlos, cuando menos, con fines comerciales.

La actividad del espionaje se ha industrializado y hay consorcios del ramo informático dedicados al desarrollo de programas o aplicaciones cuyo propósito es la intromisión en la vida privada de las personas. 

En este sentido, no hace mucho que se destapó un escándalo de altas proporciones en nuestro país, relacionado con el espionaje ilegal a diversas figuras políticas o civiles, por parte de agentes gubernamentales de la pasada administración.

El fin de semana anterior salió a la luz un informe sobre actividades de espionaje a nivel global que involucra a la empresa israelí NSO, la cual logró colocar su servicio de software para espionaje en una veintena de países, entre ellos México. 

Las organizaciones no gubernamentales Forbidden Stories y Amnistía Internacional revelaron, con base en documentación recabada en investigaciones, que los gobiernos mencionados en ese informe pudieron acceder a la información e intervenir las comunicaciones de alrededor de 50 mil equipos telefónicos, de los cuales, 15 mil estaban en territorio nacional.

Hoy es de dominio público, gracias a los medios de comunicación, que las y los opositores políticos del gobierno de la pasada administración fueron espiados por este último; tan es así, que incluso al especialista médico que atendió al hoy presidente de la República le fue intervenido el teléfono. Personajes de la política y de los ámbitos académico y empresarial, luchadores sociales, activistas y periodistas figuran en el listado de quienes fuimos espiados por instituciones del Estado mexicano encargadas de velar por la seguridad del país.

Doy cuenta de mi experiencia. El monitoreo constante de mis comunicaciones me obligó a abordar los asuntos de relevancia desde casetas telefónicas públicas que funcionaban con monedas, debido a que los otros teléfonos se encontraban intervenidos. Por otra parte, a causa de este ilegal seguimiento y al rastreo de una serie de llamadas, el extinto CISEN tuvo conocimiento oportuno de un atentado que un grupo de personas perpetraba en contra de la vida de mi hermano David y de mi persona, cuando él era senador, y yo, diputado.

En los países de Occidente se ha defendido la tesis de que el espionaje resulta necesario para salvaguardar el sistema democrático frente a cierto tipo de amenazas, como el terrorismo o la delincuencia organizada. Sin embargo, existe una línea muy delgada entre el marco legal que pudiera sustentar esa práctica y las acciones concretas de parte de quienes administran y están a cargo de tales procedimientos, los cuales son, en sí mismos, un arma de dos filos.

Corremos el riesgo de precipitarnos hacia una especie de sistema panóptico digital —siguiendo a Foucault—, en el cual el poder justifica la necesidad de observar meticulosamente a los individuos so pretexto de mantener determinados estándares de orden y control. 

De otra parte, la realidad, como se ha puesto en evidencia, es que el flujo de información a través de internet es prácticamente asequible a toda persona o grupo de carácter privado con buenos conocimientos de programación, con independencia de su orientación o ideología políticas. Asimismo, dado el estado de cosas, la piratería cibernética parece casi imbatible y no cesa de comercializar información al mejor postor.

Las actividades de espionaje, tanto del sector privado como del sector público, están poniendo en riesgo la preservación del sistema democrático, así como las libertades fundamentales. A pesar de los avances normativos e institucionales en materia de protección de datos personales, esta discusión continúa siendo una de las más importantes para las sociedades, no sólo de nuestro país, sino del planeta, por lo que este tópico continuará en la lista de los grandes retos para lo que resta del siglo XXI. 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA