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Por: Ricardo Monreal

No hay día que no llegue ni plazo que no se cumpla. Hace cuatro años, en noviembre de 2016, Donald Trump ganó las elecciones que le permitieron asumir la Presidencia de la principal potencia económica del planeta.

La contienda electoral que lo catapultó al poder estuvo marcada por una campaña política ríspida e incluso agresiva, no sólo hacia su contrincante del Partido Demócrata, sino hacia su vecino del sur, México, el cual a su vez es uno de sus principales socios comerciales. 

La retórica del entonces candidato republicano, poco favorable para nuestro país, probablemente le granjeó la simpatía de un importante núcleo de votantes de corte conservador, lo que se tradujo en el triunfo de la mayor parte de los colegios electorales.

A pesar de ello, y para beneficio de ambos países, se lograron sacar adelante las negociaciones para un nuevo acuerdo comercial con el que las economías de las dos naciones se ven beneficiadas, ya que se generarán mejores condiciones para diversificar y atraer más inversiones a México, así como para garantizar el acceso de nuestros productos al mercado más importante de la región. 

La ratificación de ese acuerdo comercial por el Senado de la República en abril de 2019 fue el colofón de un arduo trabajo y de intensas negociaciones emprendidas por el Gobierno de la 4T, las cuales iniciaron incluso antes de que se asumiera la Presidencia de la República.

La presión que ha enfrentado nuestro país no sólo se ha derivado del tema de los ajustes comerciales, sino también del asunto migratorio; sin embargo, el actual Gobierno federal ha tenido la prudencia necesaria para atender crisis inéditas, como las desatadas en el caso de las caravanas migrantes centroamericanas, las cuales se sucedieron una tras otra durante el año pasado y que, dada su complejidad, motivaron en buena medida roces con el actual presidente estadounidense, alimentados por las constantes declaraciones de este último. A ello el Gobierno actual dio respuesta por los canales institucionales correspondientes y por la vía diplomática, privilegiando la cooperación antes que la descalificación.

Ahora estamos frente a una nueva coyuntura política. De nueva cuenta hay elecciones presidenciales en el vecino país del norte, y mucho se ha dicho en torno a lo que nuestro país debe esperar en caso de que la balanza electoral se incline hacia a un lado (republicano) o hacia el otro (demócrata).

La mejor herramienta que el Gobierno federal de nuestro país tiene a su disposición para entablar relaciones con cualquiera de los representantes de las dos posturas involucradas en la contienda electoral estadounidense, una vez que se oficialice el resultado de los comicios, será la estricta sujeción a los principios constitucionales de política exterior: la no intervención, el respeto a la soberanía de los pueblos, la vía del diálogo y la cooperación internacional; de eso no hay duda.

La expectativa que se generó en torno a los resultados de la elección estadounidense del 3 de noviembre no es gratuita. El ochenta por ciento de las exportaciones mexicanas van a parar al mercado de la Unión Americana y, para enfatizar aún más la importancia de la relación bilateral, la principal fuente de divisas que ingresan a nuestro país provienen de los envíos que hacen aproximadamente 30 millones de connacionales a sus familias, lo que se traduce en el sustento o el principal ingreso económico de 10 millones de familias en México.

Así, el hecho de que cuatro quintas partes de nuestras actividades económicas estén estrechamente vinculadas a los mercados de nuestro vecino del norte definitivamente dota de una especial relevancia a los resultados del proceso electoral norteamericano de noviembre de 2020.

La virtud del Gobierno mexicano actual radica en haber reconocido con tiempo la importante lección de evitar la vía de la confrontación en las relaciones bilaterales, y ahora que las cosas se han encaminado exclusivamente por las vías diplomáticas, podemos hablar de una relación de cooperación y de respeto mutuo entre iguales.

El discurso agresivo que caracterizó al presidente Trump en su momento  no apareció durante el periodo de campañas electorales estadounidenses de este año. El centro del debate se alejó de las diatribas lanzadas contra nuestros connacionales, a diferencia de lo que aconteció hace cuatro años.

Mucho de ello es consecuencia directa de la legitimidad del actual Gobierno de nuestro país; la confianza del electorado en el actual presidente y el decidido compromiso de él para representar exclusivamente los intereses del pueblo mexicano facilitan sus labores como jefe de Estado y encauzan las relaciones internacionales por las vías de la diplomacia.

A la expectación natural por conocer los resultados de los comicios para elegir al ocupante de la Casa Blanca, en el actual contexto de pandemia se agregan variables: resulta de vital importancia aprender algunas lecciones sobre cómo organizar elecciones democráticas en medio de la contingencia sanitaria que está azotando a todo el mundo. El ejemplo estadounidense podrá ser un referente inmediato en la importante jornada electoral del año entrante en nuestro país.

Finalmente, con independencia de la opción política que ocupe la Casa Blanca, México seguirá defendiendo su papel de socio y no de testigo marginal de los designios de Estados Unidos, dejando en claro que resulta necesario mantener una relación bilateral, o ahora trilateral, con la participación de Canadá en el principal acuerdo comercial de la región, con base en una cultura de paz, pro derechos humanos y que privilegie la cooperación internacional y el intercambio de bienes, técnicas y conocimientos para el desarrollo de los pueblos.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA