Jesús Te Ampare
Campañas políticas de miedo, de zozobra.
Así inició el proceso electoral en Veracruz.
Desde el primer día, la delincuencia organizada enviaba el mensaje de terror al gobierno de Rocío Nahle.
Ocurrieron crímenes que desataron una ola de renuncias, amenazas y solicitudes de protección entre los candidatos ante un escenario creciente de inseguridad.
Las ejecuciones de dos aspirantes, un pre candidato y una periodista –Yesenia Lara Gutiérrez (Texistepec-Morena), Germán Anuar Valencia (Coxquihui-Morena-PVEM), Carlos Ramsés Neri Rodríguez (Paso del Macho- PVEM) y Avisack Douglas (Asistente de Xóchitl Tress, Rodríguez Clara) respectivamente–, marcaron el inicio de la violencia hacia las urnas.
La gobernadora Rocío Nahle no lo pensó dos veces y tomó la sartén por el mango: solicitó el apoyo de Palacio Nacional para detener a este huracán criminal.
Con el transcurso de los días las estrategias de seguridad sorprendieron a la clase política.
Por eso la jornada electoral del 1 de junio fue pacífica y sin reportes de incidentes graves.
Y todo por una razón poco común: la ausencia de incidentes graves –en particular homicidios–, durante el proceso marcado históricamente por tensiones y violencia.
La calma chicha no fue producto del azar.
Detrás de esa estabilidad estuvo la participación discreta pero contundente de Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana y personaje consolidado en la materia.
Aunque su nombre no figuró en la prensa local ni acaparó titulares en días previos, su mano se dejó sentir en la estrategia entre fuerzas de seguridad federales y estatales.
Conocido por su capacidad operativa y su bajo perfil mediático, fungió como asesor clave en la implementación de un esquema preventivo que priorizó la inteligencia, la presencia disuasiva y la neutralización temprana de posibles focos de conflicto.
No se trató de un operativo espectacular ni de una intervención visible. Por el contrario, el sello de su participación fue su eficacia silenciosa.
La logística, el despliegue territorial y el uso preciso de información para anticipar movimientos del crimen organizado, marcaron la diferencia.
En un Estado con antecedentes de intervención del crimen en elecciones (como muchos otros), la normalidad de la jornada fue, en sí misma, una victoria.
Y aunque García Harfuch no buscó reflectores (no es su estilo), su intervención refuerza su perfil como un operador de alto nivel, capaz de generar resultados donde más se necesitan: en el terreno, sin discursos, sin estridencias.
En tiempos donde la seguridad electoral es uno de los retos más grandes para la democracia mexicana, lo ocurrido en Veracruz podría convertirse en un modelo de referencia.
Y si bien los méritos son compartidos, negar la influencia de García Harfuch, sería ignorar la evidencia más clara: su experiencia y liderazgo que siguen haciendo la diferencia, incluso en silencio.
Las falsas noticias no quiebran el temple del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.
ceciliogarciacruz@hotmail.com