-El Club Primera Plana y la veteranía Reporteril.
-Recibí el honor de suceder a Carlos Ravelo.
-Saludo a las Nuevas Generaciones Periodísticas.
ALFA-OMEGA
Una distinción, un reconocimiento, un aplauso, cuando se recibe en vida, es de inmensurable alcance y significa la mejor recompensa para quien lo recibe.
El jueves pasado llegué a una etapa de mi trayectoria laboral, de siete décadas, dando un paso más para alcanzar la cumbre con orgullo y satisfacción.
Pertenecer al gremio periodístico, ser reportero-redactor en el diarismo y ser columnista en el periodismo digital, es aportar material para escribir la historia.
Al fallecer mi querido amigo y fraternal colega Carlos Ravelo, el 9 de julio de hace dos años, perdimos a nuestro Decano del Periodismo. Pasadas unas semanas se me dijo que era candidato a ocupar ese lugar, a tener esa distinción.
José Luis Uribe Ortega, presidente del Club Primera Plana, fue el de la Iniciativa y lo escuché con agrado y una sonrisa. Dos fraternales colegas, Abraham Mohamed Zamilpa y Jorge Alberto Ravelo Reyes, enterados de la propuesta, se acercaron para decirme que merecía el nombramiento. La felicidad estaba tocando a mi puerta.
Me entusiasmé tanto y los nervios me traicionaron la mañana de este 22 de agosto, como la noche del 16 de diciembre de 1954 cuando recibí mi Diploma como participante en un certamen del Centenario del Plan de Ayutla. Los premios fueron para el maestro Alberto Trueba Urbina, el historiador Antonio Pompa y Pompa y el escritor Ignacio Márquez Rodiles.
Siempre lo he considerado, el Diploma, como mi primer premio por el artículo que redacté sobre ese acontecimiento; tenía 17 y medio años de edad y era parte de la Revista Dinamismo, del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, coordinada por el licenciado Agustín Cué Cánovas.
Lo recibí en una ceremonia oficial celebrada en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, presidida por el subsecretario de Gobernación, Fernando Román Lugo, representante personal del presidente Adolfo Ruiz Cortines. Testigos, el presidente nacional del PRI, General Gabriel Leyva Velázquez y Rafael Corrales Ayala, Director General de Información, de Gobernación.
CONOCÍ A LA VIEJA GUARDIA
Antes de narrar las emociones que acabo de vivir, les comento que en agosto de 1958 ingresé como reportero redactor suplente al diario La Prensa, donde amplíe mis conocimientos reporteriles y de hecho logré mi formación profesional luego de varios años en la “fuente policíaca”.
Zócalo, el diario de don Alfredo Kawage Ramia, fue donde me inicié en el diarismo y de mi jefe inolvidable Enrique Vázquez Herrera, recibí la primera orden de trabajo. Las “fuentes educativas, universitarias y culturales”. Me autorizó redactar una columna, “Estudiantina”. 15 días estuve como reportero en el Diario de la Tarde, vespertino de Novedades, pero decidí seguir en Zócalo como Jefe de Información, a los 20 años de edad.
El último viernes de agosto de 1958, al llegar al quinto piso de Basilio Badillo 40, Redacción de La Prensa, me quedé “con el ojo cuadrado”. Mi primer día en el diario que conquistó a México en un mes, que no tiene suscripciones y que su lema era “El periódico que dice lo que otros callan”.
Estaba frente a representantes de La Vieja Guardia del Periodismo y jamás pasó por mi mente que un día quedaría clasificado como miembro de un grupo similar y de lo que, hoy, estoy muy orgulloso, gracias a Dios.
He aquí nombres de algunos veteranos, en ese 58: Jorge Joseph Piedra, Benjamín Vargas Sánchez, Manuel Basterra Mellado, Roberto y Leopoldo Ramírez Cárdenas, Rafael Pérez Martín del Campo, Armando González Tejeda (El Bolchevo) y Salvador González Ruz.
También en esa Vieja Guardia, Magdalena Mondragón, mi muy querida amiga, la primera reportera policíaca, la primera directora del diario vespertino (La Prensa Gráfica), la primera escritora mexicana en las páginas de la Enciclopedia Británica, la primera mujer que, en los años cuarenta, entró a una cantina, “refugio” exclusivo para hombres.
En este casi primer cuarto del Siglo XXI, incluyo en La Vieja Guardia a: Mauro Jiménez Lazcano, Pancho Cárdenas Cruz, Félix Fuentes Medina, Aurelio García Oliveros, Miguel Ángel Rivera, Roberto Vizcaíno, Miguel Reyes Razo, Abraham Mohamed, Miguel Ángel Rocha, Moisés Sánchez Limón, por citar a algunos con los que he convivido y charlando con ellos.
SE LLEGÓ EL DÍA DE FELICIDAD
Al recibir la llamada telefónica de mi estimado José Luis Uribe, tras el saludo afectuoso de siempre, sin más escuché: “Siempre cumplo mi palabra. Te dije que el Club (Primera Plana) te nombraría Decano del Periodismo y ¡cumplo!”.
Mi reacción emocional saltó. “El jueves 22, en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, será la Asamblea y ahí te entregaré tu nombramiento”, seguía hablando José Luis.
No olvidaba los comentarios de Abraham Mohamed y de mi Tocayo Ravelo que me aconsejaron tener calma, porque José Luis estaba concertando aprobaciones.
Enseguida, José Luis, me reveló que el reconocimiento estaba avalado por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, la Asociación Mexicana de Locutores de México A.C., Asociación Nacional de Locutores y Comunicadores de Estados Unidos de América y de México, Colegio de Periodistas de Tamaulipas, Revistas Proyección Económica 2020, Macroeconomía, Panorama Universitario, Brecha e Impar, Contrastando Ideas, el Noticiero de Colima. Columnas Candelero, Abanico, Entre Semana, Misión Laboral Para Contar, Periódico “Yo Campesino”. Decano Caricaturistas de Morelos Enrique Heras.
Bueno, orgullosamente comento que en la placa alusiva el encabezado se lee: “CLUB PRIMERA PLANA E INSTITUCIONES LIGADAS A LA NOBLE TAREA DE INFORMAR OTORGAN EL PRESENTE RECONOCIMIENTO COMO DECANO DEL PERIODISMO A JORGE HERRERA Y VALENZUELA”.
El Auditorio Miguel Hidalgo y Costilla, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la institución fundada por el presidente Valentín Gómez Farías en 1833, estaba abarrotado desde primeras horas de la mañana.
La Asamblea comenzó minutos después de las doce horas, como estaba anunciado. Presentación de los integrantes del presídium, un completo discurso del presidente del Club, José Luis Uribe, en que no solamente señaló el motivo de la reunión, no solo era entrega de reconocimientos a quienes tienen más de 25 años en la tarea periodística, sino un acontecimiento importante.
Puso énfasis en la condena a los asesinatos cometidos en agravio de quienes cumplen con la labor de reporteros, los que dirigen publicaciones y los que conducen noticieros radiofónicos.
Recordó que el Club perdió el comodato del edificio que por 33 años albergó las oficinas en la calle de Humboldt y encontró apoyo del líder rielero Víctor Flores, con amplio espacio en el edificio del sindicato. El actual Presidente de México seguramente fue mal informado para despojarnos de “nuestro” edificio.
Agradezco, con especial afecto, la presencia de los integrantes del presídium: Analletzin Díaz Alcalá, directora de la Escuela de periodismo Carlos Septién García; Rosalía Buaum, presidenta de la Asociación Mexicana de Locutores; Virgilio A. Arias Ramírez, secretario general del Club; José Beteulspacher Huízar, secretario tesorero del Club; así como Raúl Gómez Espinoza y Manuel Ortega Hernández, director de la Revista Proyección Económica 2020 y director de la Escuela de Economía del IPN, respectivamente.
Dio principio la entrega de reconocimientos e inmediatamente después de los primeros cinco colegas galardonados, me fue concedido el honor para dirigirme a los colegas, sus familiares, así como a mis hermanos, mi hija, mi hijo y mis nietas, cercanos amigos, exalumnas de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García: Claudia Pérez Atamoros, Rosa Haydee Castillo Martínez, Lupita Cortés, Mariana Arista y Pathy Solís, colegas como Rodolfo Benítez Hernández y su esposa Pati Muñoz que recibió su reconocimiento por 40 años de ejercicio profesional.
Saludo especial con mucho cariño para mi querido coautor de “Bob Kennedy y Los Asesinos Sin Cara”, Mauro Jiménez Lazcano, que publicó La Prensa en 1968, y extensivo saludo para su esposa, nuestra querida Margarita.
NO SOMOS HISTORIADORES, PERO…
Agradecí tanto al presidente del Club Primera Plana como a los que dieron su aprobación a la propuesta que me convirtió en Decano del Periodismo, recordando que llego al lugar brillantemente cumplido por mi fraternal colega Carlos Ravelo, Carlos Fernando Ravelo y Galindo, quien además entregó mucho de su tiempo al Club y nos deleitaba con la diaria columna “En Las Nubes” y nos dejó como herencia la orden de “a la una… ¡una!”.
Mi breve mensaje fue con motivo doble, agradecer a José Luis Uribe su tenacidad para concertar los apoyos a su propuesta y dedicar el Reconocimiento a mi esposa Esther Lilia, a mis Padres Gonzalo y Matilde, así como a mis hermanos Arturo (qepd), Luis y Alma Rosa, a mis hijas Georgina, Claudia, Trizia e hijos Jorge y José Ramón. Nietas, nietos y bisnieto. A mis compañeros de la Vieja Guardia y a mis exalumnas de la Septién García.
Puntualicé la importancia de nuestra labor como reporteros redactores, en la época pasada. Ir tras la noticia y regresar al escritorio y en una máquina mecánica, de las antiguas, redactar las notas. Ese testimonio era nuestra aportación para la historia, sin ser historiadores.
Hoy mi recomendación a la Nueva Generación, la del periodismo de la inmediatez y el diarismo digital, siempre actuar con rectitud, entregar información verídica, no usar calificativos ni buenos ni malos, el reportero que hoy graba voz e imagen al “cubrir” un evento, debe recordar que su material es base para los historiadores, los comentaristas y los cronistas.
Ayer salíamos con cuartillas de “papel revolución” y pluma para anotar lo reporteado, si éramos enviados especiales la información la envíamos por telegrama “prensa por cobrar”, en este siglo tienen el privilegio del teléfono celular, la inmediatez para informar lo sucedido, transmitiéndolo sin barreras geográficas.
Gloriosos días viví desde la mitad de los años cincuenta del Siglo XX, cuando los Boletines de Prensa eran copias al carbón, de un original. Tuvimos medios de comunicación como el telex y fax, avanzábamos y ahora, repito, no hay barreras de ninguna naturaleza. Las grabadoras se fueron al archivo, llegaron las computadoras portátiles.
La enseñanza exige cambios radicales y, afortunadamente, se realizan.
jherrerav@live.com.mx