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Después de la exitosa novela Lunas de Estambul (2015), la escritora, poeta y comunicadora mexicana —raíces turcas y búlgaras— Sophie Goldberg, pone a disposición de los lectores El jardín del mar (Grijalbo, 2020): historia basada en hechos reales que aborda el itinerario y derrotero de una familia de judíos búlgaros durante la Segunda Guerra Mundial. Narrada desde la mirada de un infante en una prosa de conmovedora belleza, pone de manifiesto la sobrevivencia de una familia en la posibilidad del reencuentro en nuevas tierras.

“Me han interesado siempre las historias familiares. Esto que cuento en esta novela está muy cercano a mí. El niño narrador, Alberto, es mi padre. Estaba obligada a escribirla. El dolor pesa sobre todo cuando se recuerda aquello que duele. La memoria es un baúl que guarda muchas cosas. Creo que cuando ventilamos el pasado, orientamos el futuro. Esta novela tiene que ver con todo eso: lo que me contó mi padre y el derrotero, el destino de una familia”, precisó en entrevista telefónica con La Razón, Sophie Goldberg.

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¿El pueblo búlgaro en defensa de los judíos? En el año 1942, Bulgaria debe entregar 20 mil judíos a los nazis para su exterminio; pero, el rey, Boris III, y el pueblo búlgaro no ceden y resisten.

Alberto, el niño narrador, es testigo de cuando los oficiales de las SS se llevan por la fuerza al padre… Tiene 6 años y también resiste, debe cuidar a su hermano menor y a su madre.

La madre no pierde la esperanza… Ella busca mantener a sus hijos a salvo de los horrores de la guerra y no pierde la esperanza de estar junto a su esposo.

¿Una mirada narrativa diferente sobre la Segunda Guerra Mundial? Es interesante saber cómo el pueblo defendió a los judíos búlgaros junto al rey. Quizá, son detalles desconocidos para muchos lectores.

¿Cómo fue el proceso de investigación? Parto de lo que me contó mi padre. Pero, me vi obligada a leer muchos libros sobre la Segunda Guerra Mundial. Investigación ardua que me dio la oportunidad de conocer mejor y amar al pueblo búlgaro. Cada dato, cada efeméride está verificada por la indagación realizada. Todo se lo debo a la prodigiosa memoria de mi padre, que tiene todo registrado en su cabeza a sus 82 años.

Voz narrativa masculina desde la perspectiva de un autor de género femenino. ¿Cómo fue esa trasmutación? Hay una relación muy compleja entre el autor y el narrador. El autor no es el narrador. El narrador es una estrategia del autor para contar una historia. En este caso me concentré en la voz infantil: mi táctica fue recurrir a la candidez. Mi padre me lo contó así, desde la inocencia y así quise plasmarlo en la novela.

¿De ahí el uso de la primera persona? Necesitaba a un narrador cercano, por eso no apelé a la tercera persona, sino al yo subjetivo, íntimo e inmediato desde la voz del infante.

Prosa muy contigua a la poesía. ¿Por qué? Para mí el lenguaje es sagrado. No niego mi tendencia a narrar desde el ámbito de lo poético. Tal vez se aprecia mejor en mi novela anterior, Lunas de Estambul.

¿Resquicios de un relato de formación? Alberto crece emocionalmente a través de la novela en concordancia con Sofía y Efraín. En ese sentido, lo es. Comienza con el niño a los 6 años y termina a la edad de 11 cuando llega a México. Él se ha transformado, ha crecido sentimentalmente.

FUENTE: AGENCIAS

CANDELERO, 12-04-2020